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HAY MUCHAS HISTORIAS Y RECUERDOS EN «ENTRADAS»
JUAN JOSÉ
Juan José Rodríguez tenía, quizás, 18 años, cuatro o cinco más que yo. Había comenzado a trabajar en el taller mecánico de mi padre y lo recuerdo en una bicicleta de ruedas chiquitas, en la que venía desde el Barrio Estación.
También recuerdo una lucha que tuvo con el asiento que procuraba reparar, porque Juan José era, por entonces, de poca paciencia. Muy muy guapo para trabajar, se enfrentaba sin temores ni reparos a los esfuerzos más grandes.
Por ser joven, a veces algunos mecánicos le jugaban bromas, pero él reía, no se enojaba.
Creo que estuvo un par de años en el taller y después buscó otros horizontes. No lo vi más, por unos cincuenta años. Sí a sus hermanos, porque jugué al fútbol con algunos de ellos, y muchas veces pregunté por Juan José. Él trabajaba en Maldonado, o Punta Ballena, según siempre me respondían.
Ayer, un señor muy alto y corpulento apareció en la portera de mi casa. “¿Usted es Vaccaro, Vaccaro el de la Radio?” – preguntó. Sí, respondí. “Acérquese a ver si me conoce” me dijo. Lo miré fijo, y tenía un rostro familiar, pero no lo pude reconocer. “Soy Juan José, el que trabajó con tu padre… ¿Me recuerdas?”.
Fue una linda sorpresa, y una alegría intensa. ¡Juan José! ¡Tantas veces que pregunté por él! Claro que te recuerdo. ¿Qué haces, dónde vives?
Me contó que se había vuelto a Pan de Azúcar, jubilado, a la casa que fue de sus padres. Me dio los pésames por la muerte de mis padres, porque, aunque murieron hace tiempo (mi padre hace más de 17 años, y mi madre poco más de dos), él no lo supo hasta hace algunos días.
Contento, y con un cariño muy notorio, me contó que cuando tramitó la jubilación, los dos primeros años de su historia laboral, eran del taller donde lo conocí. Charlamos diez minutos portera de por medio, y se fue a su casa… Y yo quedé sonriente por un buen rato, gratificado por la visita espontánea, y por la explosión de recuerdos que trajo consigo.
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Alberto Vaccaro, 13 de noviembre de 2021
REPARTIDORES
Delivery, es una palabra incorporada no hace muchos años a nuestro lenguaje cotidiano. Antes se llamaban repartidores y andaban generalmente en bicicleta. Yo conocí varias bicicletas que tenían una rueda de menor diámetro adelante, para dar lugar a un enorme canasto de hierro. A mi casa, en el Barrio La Viviana, a pocos metros del puente sobre la cañada del mismo nombre, llegaba un repartidor desde el centro del pueblo, más de un kilómetro, con la carne para el churrasco del almuerzo. La ONDA usaba una bicicleta similar, y algunos almacenes. Pero había servicio a domicilio para el pan. Lo tenían Abbadie, Bonet, y en una época Sentena. Yo me levantaba, abría la puerta de calle, y en la mesa del porche encontraba una flauta de pan francés, y algunos bizcochos.
Artemio repartía leche en moto, Dávila llevaba agua en un carro tirado por caballo, el cartero, que solía ser Ferraro, andaba generalmente a pie… No estoy hablando de vendedores ambulantes, sino de servicios a domicilio regulares.
Había también ambulantes, como el manisero, Catalina con su pregón de flores, el pescador, el heladero, el camión de una verdulería, un vendedor de quesos en un carro con caballo, el afilador con su silbato inconfundible, un peluquero llamado Rafael que traía su servicio de cortes casa por casa.
El diarero, que podía hacer grandes recorridos a pie o en bicicleta cada día, andaba como ambulante con su pregón, pero era también un repartidor porque tenía sus pedidos y los dejaba a veces sin siquiera llamar. El telegrama lo repartía Fonseca a bordo de su Fido. La leña que llegaba en un carro o en un camión.
Pero no recuerdo de aquella época, delivery para el almuerzo, ni para la cena. Ni siquiera de las pizzerías, que sí repartían por esos años en Montevideo.
La Iglesia inconclusa de Piria
FOTOS VIEJAS
Fotos viejas
Han pasado muchos años, no sé cuántos. No tengo fechas ordenadas en la memoria, sino imágenes que van y vienen, fotos viejas que se aparecen de pronto nítidas y se esfuman, sufren cambios, se fusionan, y se resisten al olvido.
Las postales de mi recuerdo son reiterativas. En otros artículos he mencionado muchas, aunque clasificados en otros rubros.
Los «mandados» de mi infancia y adolescencia, me llevaron a distintos comercios que ya no están, pero conservo estas visiones:
Agencia ONDA. Ricón y Leonardo Olivera, esquina Oeste. Más tarde en Lizarza pegado al Bar Avenida.
Almacén De Eguren, en la esquina Sur de Lizarza y Rincón, y en Lizarza pegado al Bar Avenida.
Almacén Toledo, de Don Bruno, en Rivera casi Rincón, acera NW.
Antonio Martínez en Rivera, entre Rincón e Ituzaingó, acera NW.
Asistencial Médica en Ituzaingó casi Rivera, acera SW, después en Ituzaingó pasando Rivera hacia el NW.
Bar Avenida. Lizarza e Ituzaingó, acera Oeste.
Bar de Robertito Blois. Agencia COOM Rivera entre Rincón e Ituzaingó, acera SE.
Bar El Chelo, Rincón y Lizarza, esquina W.
Bar La Cueva. Olivera y Lavalleja, esquina Sur.
Barraca Cuadrado. Quintela (ex Piedras) y Olivera, esquina Oeste.
Bazar Baliña. Rivera e Ituzaingó, esquina Este.
Bercan, de Bertolami y Cancela. Repuestos de bicicletas, heladeras, calefones. Calle Rincón entre Lizarza y L. Olivera, acera SW.
Bicicletería de Melo, Lavalleja entre Lizarza y Rivera, acera NE.
Carnicería Barbachán. Rincón entre Lizarza y Rivera, acera NE.
Carnicería Campolo. Sarandí casi Rivera, acera de la esquina Norte.
Carnicería El Clota Artigas entre Lizarza y Olivera, frente a la Plaza.
Carnicería Martirena, Ituzaingó casi Rivera, acera SW.
Carpintería Montes de Oca. Quintela y E. Brun, esquina Sur.
Casa Díaz (de Hugo Díaz) Rincón casi Rivera, acera SW. Artículos de pesca, bicicletas.
Centro Comercial. Ituzaingó entre Lizarza y Olivera, acera SW.
Centro Eléctrico. Lizarza casi Ituzaingó, acera NW.
Confitería Perla. Ituzaingó y Olivera, esquina Norte.
Consultorio de la Dra. Norma Sierra. Ituzaingó entre Lizarza y Olivera, acera NE.
Consultorio del Dr. Andrés Accinelli, esquina Sur de Washington Quintela (ex Piedras) y Lizarza.
Consultorio del Dr. Eduardo Becco (odontólogo). Lizarza entre Rincón e Ituzaingó, acera SE.-
Correo. Rincón casi Rivera, acera NE.
Empresa Fúnebre Pan de Azúcar, de Villalba Echenique. Lizarza entre Rincón e Ituzaingó, acera NW.
Escribanía de Pí, Artigas entre Lizarza y Rivera, acera SW.
Escribanía de Romero, en Lizarza casi Artigas, acera NW.
Escuela Maternal en Ituzaingó entre Olivera y Lizarza, acera SW.
Fábrica de Pastas de González. Rincón casi Lizarza, acera de la esquina Norte.
Farmacia Menafra. Lizarza entre Rincón e Ituzaingó, acera SE.
Futbolitos de Zacarías. Leonardo Olivera e Ituzaingó, acera SE.
Gomería Alonso. Olivera y Rincón, esquina Sur, y más tarde en Rincón entre Olivera y Lizarza, acera SW.
Gomería Pemar. Ituzaingó casi Lizarza, acera de la esquina Este.
Griman. Lizarza casi Ituzaingó, acera NW.
Jeanería en Rincón casi Lizarza, acera NE.
Joyería Gamma. Estuvo en Rincón entre Lizarza y Rivera. Tuvo sucursal de electrodomésticos en Rincón entre Lizarza y Olivera, acera NE.
Joyería Velázquez. Rincón casi Rivera, acera NE.
Joyería y relojería González. Ituzaingó entre Lizarza y Olivera, Acera SW.
Juzgado en E. Brun casi Lavalleja, acera de la esquina Norte.
La Casa de los Regalos de Omar Sosa. Lizarza a metros de Ituzaingó, acera SE.
La Casera. Supermercado y venta de motos. Rincón casi Lizarza, acera de la esquina Este.
Liceo en Ituzaingó entre Lizarza y Rivera, acera NE.
Mansilla y Morris. Automotora, agente FIAT. Esquina Sur de Rincón y Lizarza.
Minimercado de Molina, casi frente al Bar Avenida, por Lizarza. «Tenemos desde un fósforo hasta un elefante».
Mueblería Montes de Oca. Lizarza e Ituzaingó, esquina Sur.
Oficina de Teléfonos (UTE, después ANTEL) Lizarza entre Artigas e Ituzaingó, acera NW.
Panadería La Balear. Rivera entre Rincón e Ituzaingó, acera NW.
Papelería Amengual. Lizarza entre Ituzaingó y Rincón, acera NW.
Panadería Bonet, después Sentena, más tarde 5 de Marzo, en Lavalleja y Francisco Bonilla, esquina Este.
Parador Velázquez. Esquina Este de Quintela y Rivera.
Parodi tenía su comercio en la esquina Norte de Lizarza y Lavalleja. Sólo recuerdo bollones grandes con bolitas.
Parrillada El Rosal. Ituzaingó entre Lizarza y Olivera, acera SW.
Peluquería El Portugués. Dos sillas giratorias reclinables, una cubierta. Bicicletas, cuadros, copas de su hermano ciclista. Lizarza entre Rincón e Ituzaingó, acera SE.
Peluquería Lara. En el Bar de Freire, Rivera casi Ituzaingó, esquina N.
Puesto de verduras de Costa, en Lizarza entre Artigas e Ituzaingó.
Quiosco de Cedrés, en la esquina Norte de la Plaza.
Quiosco de Sureda en la esquina Oeste de la Plaza. Claveles, cartuchos, revistas, caramelos. Me encargaban las revistas Nocturno y Selecciones.
Salón Moyano. Mesas tapadas de revistas, una libreta de quinielas, algunos diarios. Ituzaingó a metros de Lizarza, acera NE. Más tarde Salón y Corresponsalía de CW 51 en Rivera casi Félix Núñez, acera NW.
Solvox Radio. Lizarza entre Ituzaingó y Artigas, acera SE.
Supermercado Tuvi, Lizarza entre Ituzaingó y Artigas, acera NW.
Telégrafo en Olivera casi Rincón, acera NW.
Tienda Alberto. Lizarza entre Artigas e Ituzaingó, acera NW.
Tienda Leoncio. Artigas y Olivera, esquina E.
Tienda Quintela. Rincón y Lizarza, esquina Este.
Tienda Tuvi. Esquina E de Ituzaingó y Lizarza.
Venta de piedra, Juan Vaccaro. Rivera casi Rincón, acera NW.
Verdulería De León en Artigas y Rivera, acera Este.
Verdulería La Valenciana en Rincón casi Rivera, acera NE.
Vidriería El Bayano, Artigas frente a la Plaza.
Zapatería Clavero. Lizarza casi Lavalleja, acera de la esquina Norte.
Zapatería de Rocha, en Rincón entre Olivera y Lizarza, acera SW.
Zapatería El Sol en Ituzaingó y Rivera, esquina Sur.
Publicado en el libro «En los Rieles del Tiempo, historias de Pan de Azúcar» en el año 2000. Muchos comercios no están en esta lista porque en 2000 estaban activos. Hoy deben ser objeto de un nuevo esfuerzo de memoria.
No sé cómo llegó “Babieca” a casa de mi abuelo.
Siempre hubo caballos en aquel predio grande a orillas de la Cañada La Viviana, más algunas vacas, un criadero de gallinas y un huerto, que mi abuelo dispuso para sus años de jubilado.
Antes de nacer yo, los hubo también. Conocí la historia de “Bandido”, que una vez tiró a mi prima Loredana… Entró llorando donde mi madre, y le dijo sollozando: “me tiró el bandido del Tío Comisario”. La frase era graciosa, por su posible doble interpretación. En esa época mis padres eran novios, y Loredana la hija mayor de mi tío Antonio, hermano de mi padre.
Tengo recuerdos desde antes de los tres años de edad, y por esa época estaba “Minero”, que tenía su “habitación” en el galpón del fondo, con techo de paja y paredes de bloques. En los espacios contiguos dentro del mismo cobertizo, había herramientas, y fardos de alfalfa.
Minero, que había corrido en algunas pistas en su juventud, era brioso. Cuando pastaba en el pequeño campo en el que lo largaban, del otro lado de la ruta, armaba veloces carreras por el costado del alambrado, y relinchaba feliz. Mi abuelo lo ensillaba para que yo lo montara y paseara en él, aún bastante chico, 5 o 6 años tal vez. Era muy manso, pero también nervioso, y había que tener cuidado con que no se asustara.
Un tiempo vivió en el predio de mi casa “Mosquito”, que pertenecía a mi tío Juan y mis primas Lorena, Laura y Mara. Recientemente Antoñito publicó un relato sobre este caballo. Era viejo y manso. Yo iba a buscarlo y debía tener cuidado que no se viera el freno, porque si lo notaba, no había forma de atraparlo… Era muy astuto. Entonces, llevaba una zanahoria, o una flauta de pan viejo, y venía a la carrera. Una vez que pasaba mi brazo sobre su cuello, se dejaba poner el freno, y trepaba en él “en pelo” para pasear un rato. Yo no ensillaba los caballos porque me daba lástima apretarles la cincha, y caballos pícaros como Mosquito inflaban la panza… Después soltaba el aire y yo me iba al suelo con silla y todo. Pero andaba “en pelo” sin más problemas que algún trote “doloroso”. Era gracioso que, cuando salíamos, iba muy lento y había que insistirle para que apurara el paso… Pero a la vuelta, “rumbeando pa’ la querencia” armaba galope y no aflojaba.
No sé cómo ni de dónde, un buen día mi abuelo me presentó a Babieca. Era un caballo mediano, cabezón, y muy lleno de vicios. Mi abuelo decía que estaba “ocioso”. Un día, cuando le daba de comer chalas de maíz con la mano, Babieca le mordió el dedo pulgar a mi abuelo, se lo dejó colgando, y tuvimos que salir urgente con él a San Carlos para que el cirujano se lo pusiera de nuevo…
Si mi abuelo me ayudaba a ensillarlo (por lo de la medida justa en el apretado de la cincha), yo salía a pasear en él y recorría muchos kilómetros por el pasto al costado de la ruta. Me iba a conversar con Eduardo Ornella, cuando su madre era la directora de la Escuela de Puntas del Pan de Azúcar, antes del arroyo Tarariras. Pero Babieca era terrible. Una vez paseaba con una amiga del barrio, ella en un caballo blanco, y por la mitad del recorrido Babieca le tiró una patada que casi da en la pierna de la jovencita.
Una vez había salido a cabalgar un rato, y frente al campo de Gustavo Núñez, poco antes de donde hoy está el paso elevado de rutas 9 y 93, se puso a saltar con las cuatro patas juntas… Algo que yo nunca había visto. Si bien yo no fui nunca un gran jinete, era sí muy ágil, y me aferré al equino de tal modo que no logró zafarse de mí.
No obstante, mi abuelo, cansado de las constantes travesuras de Babieca, habló con Omar, un amigo de mi padre, para que se lo llevara a su estancia.
No habían pasado muchos días, cuando Omar vino a casa y contó que había comenzado a encontrar ovejas muertas, y no se daba cuenta el motivo. Por fin lo vio: era Babieca, que las tomaba con los dientes por la lana, las tiraba hacia arriba, y las empalmaba con las patas de atrás, en una diversión que le redujo su hábitat a un pequeño corral.
Era terrible Babieca.
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Alberto Vaccaro, 27 de septiembre de 2021
CANCHITAS
La cancha de Baby de la plaza de deportes, estaba paralela al camino de entrada, igual que la cancha del Estadio JC Abbadie, pero a la derecha. Un arco daba al fondo del parque y el otro al centro de la Ciudad. Era un lugar bastante inundable. Después la hicieron entre medio de donde están hoy la piscina y el gimnasio del polideportivo. Era paralela a la ruta actual. Estaba iluminada y por años se hicieron campeonatos nocturnos para todas las edades. No se inundaba tanto como la anterior, pero filtraba poco, y empozaba agua si llovía mucho. Además, el piso era de greda y se ponía muy resbaloso.
La Cancha de Fontes era hermosa. Había una portera para entrar, un alambrado para separar el público, y si hacía calor los futbolistas podían bañarse en la cañada que corría en el mismo sentido a no muchos metros, y resguardarse del sol a la sombra de los árboles. Me contó mi abuelo que en una época jugaban equipos de Pan de Azúcar con los de San Carlos, y las peleas eran tan feroces que bajaban las pilas enormes del horno de ladrillos, como proyectiles.
Aunque la cancha era muy muy buena, la lluvia tampoco la favorecía.
El Victoria, equipo de Baby que jugaba con camiseta roja, tenía su cancha media cuadra más a la estación desde la calle de las palmeras (la que va a la Escuela 78). Si se iba hacia la estación, se pasaba esa calle, y la cancha estaba a la derecha perpendicular a Elias De Vicenzi. Un arco daba para la avenida.
Otra canchita de Baby estaba frente a la UTU, siempre pelada de pasto, con un arco hacia la calle Rivera y otro hacia la Escuela Industrial (UTU).
La cancha donde hoy está el estadio, era más baja y siempre se inundaba, a veces por días se mantenía como un lago. Después rellenaron, cambiaron unos metros su ubicación, y la mejoraron bastante… Aunque el ingeniero que diseñó el alumbrado nunca había visto un estadio: puso enormes columnas entre el público y la cancha.
El Club Estación hacía de locatario en el Barrio Las Brisas, y el terreno de juego estaba en bajada mucho más pronunciada que ahora. Me encantaba jugar en repecho porque no se me adelantaba la pelota. Los Nieves y los Martínez vivían junto al largo de la cancha, y los Tabeira y los Rodríguez detrás del arco de abajo.
Cuando estaba yo en la cuarta de Pan de Azúcar, nos íbamos caminando a los partidos contra San Lorenzo en Km 110, y hubo una cancha con gran convocatoria en la Escuela 61, donde el Maestro Torres organizaba campeonatos con fines benéficos.
Los partidos en Nueva Carrara, eran donde hoy procesan cal, cerquita del arroyo.
Los campitos no puedo nombrarlos… eran muchos. Yo frecuenté más de 15, en distintas épocas, pero había más. Como ejemplos: frente al Hospital, atrás del Albion, el Azteca (en calle Julio María Sosa) frente a la UTU, frente al fondo del Liceo, donde ahora está B24, en la Estación cerquita de la Vía, en el predio donde ya no estaba la canchita del Victoria, el cerro de Los Denis, allá por el fondo de la escuelita de Zanja de las Pajas, donde está hoy la planta de saneamiento, en los Corrales del Abasto, en la Feria del 4, en la Sociedad Los Amigos, cerquita de los Amigos en casa de los Álvarez, frente a Coleol por Lizarza, donde ahora practica el Baby, y muchos más, de acuerdo a la ocasión. Siempre estaban llenos, para jugar había que esperar un gol, y en algunos ni siquiera con espera.
Además, se improvisaban canchitas en el Parque Zorrilla, debajo de los cables de alta tensión, en la canchita de básquetbol de la plaza de deportes, y en muchos terrenos chiquitos y jugábamos no más de 8. La cita era a veces para jugar en la playa de Piriápolis. Me gustaba mucho el fútbol de Salón, y por muchos años fui al Albion, y alguna época al polideportivo, o a los dos lugares según el día de la semana. El fútbol 5 es más reciente. La cancha detrás del Albion, o las de Ismael.
Hubo una época tan linda para el fútbol, que cualquier partido de la Liga tenía 500 personas, y a veces más de dos mil. No exagero si les cuento que hasta partidos de campito contaban con algún espectador.
No sé si los video juegos, la televisión por cable, la Internet, las redes sociales o qué otra diversión fue alejando a niños y adolescentes de las canchas… Me da pena pasar por todos los lugares que nombré, y ver complejos de viviendas, casas, o espacios de pasto descuidado y olvidados de aquellos picados…
Alberto Vaccaro, 8 de mayo de 2021
ESCUELA N° 6 DE PAN DE AZÚCAR "MAESTRO JULIÁN R. GOICOCHEA"
¿Quién fue el Mestro Julián R. Goicoechea?
Julián R. Goicoechea nació en Pan de Azúcar en el año 1881, hijo natural de María Goicoechea Etchenique y nieto por vía materna de uno de los primeros pobladores del entonces denominado Partido del Potrero de Pan de Azúcar. Su madre, con la voluntad y fuerza espiritual que caracteriza el espíritu de los vascos, sobrellevó con dignidad su condición de madre soltera, formó con su hijo un hogar ejemplar que sostuvo con sacrificio y el humilde ingreso de lavandera.
A pesar de las grandes dificultades para acceder a los centros de enseñanza superior que existían en el País a fines del siglo pasado especialmente para las personas de condición humilde, Julián R. Goicoechea llevado por una profunda vocación estudió y se graduó en el Instituto Normal de Montevideo con el diploma nacional de maestro de 2º grado».
Se recuerda y se valora en todos los círculos, al margen de tendencias políticas y filosóficas, la docencia que ejerciera este maestro ejemplar, en el transcurso de varias promociones escolares; la veneración unánime con que se evoca su obra de verdadero sacerdocio y sus acrisoladas virtudes personales y el cariño y admiración que, con verdadero orgullo, le profesan sus ex discípulos hoy profesionales, artesanos, industriales, hombres públicos, intelectuales, funcionarios y campesinos».
Don Julián R. Goicoechea nació en Pan de Azúcar, departamento de Maldonado, y ejerció en este departamento casi toda la extensión de su carrera profesional, en José Ignacio, San Carlos y finalmente Pan de Azúcar, donde vivió la mayor parte de su vida y sembró hondo en su vida social y cultural.
Alberto Vaccaro (extraído del archivo del Senado de la República, de la fundamentación de la Ley con la cual se designó con su nombre a la Escuela 6 de Pan de Azúcar)
(Montevideo, 15 de mayo de 1986.
Carlos Julio Pereyra Senador).
OBJETOS QUERIDOS
Mi abuelo tenía una radio grande, a válvulas, con tocadiscos. Pegado al dial tiene un montón de perillas. Funciona a válvulas y con antena de cable, que se extiende por abajo del mueble. Hoy está en mi casa, porque está llena de recuerdos.
Mi abuelo se sentaba a leer el diario, al tiempo que escuchaba el informativo de CX16 Radio Carve. En aquella época, Carve tenía impresionantes voces… Pero aquel parlante las hacía graves y con mucho cuerpo. En ese mismo receptor escuchaba los partidos de fútbol, cuando todavía no se televisaban como ahora. Mi abuelo elegía CX18 Radio Sport, y el relato de “Lalo” Fernández. A mí me gustaba Heber Pinto, pero era tan lindo el sonido de ese aparato, que me quedaba con mi abuelo de todos modos.
Poco después mi abuelo compró un televisor Phillips, con una enorme caja de madera, botones y un selector que tenía 13 canales, para sintonizar a los canales 4, 5, 10 y 12 que eran las posibilidades. (todos de aire). Está de más decir que la TV era en blanco y negro. Mi abuelo miraba Telenoche 4, con la conducción de Carlos Giacosa.
Ya conté en otros relatos los programas que mi hermana y yo mirábamos, seleccionados con celo por sus contenidos. Cuando llegaba la hora de programas “de grandes” nos íbamos a dormir. De todos modos, lo más grave que se podía ver en ese horario “prohibido para menores” era un beso.
MI abuelo tenía una máquina de hacer manteca, a manija. A veces me dejaba ayudarlo, y yo gozaba viendo girar los engranajes que multiplicaban la velocidad de las paletas.
Mi abuela, enfermera de vocación, tenía instrumentos como jeringas de vidrio y para tomar la presión arterial, con pera para inflar la cinta, y estetoscopio. Aprendí de niño a usarlo, y a dar inyecciones. Cada tarde, mi abuela Irma, encendía su motoneta Malanca 50 cc y salía a recorrer pacientes a los que hacía masajes, colocaba lámpara ultravioleta o infrarroja, daba inyecciones o medía la presión.
Después tuvo un Fiat 600 y por último un Fiat Panda.
Muchos años dirigió una policlínica en el Barrio Estación, de OFASA (Obra Filantrópica Adventista) que ella misma impulsó y administró.
Un objeto querido era un costurero de madera, con forma de casita con techo de dos aguas. Las tapas eran las dos partes del techo. La tengo como un tesoro en mi escritorio.
Mi abuelo tenía una motoneta ISO 150 CC y me llevaba a veces a hacer los mandados.
En el escritorio de mi abuelo había una vieja, pero bien conservada Rémington, y era una tentación escribir en ella.
Otros objetos que me atraían era una carretilla completamente de metal, y el gancho para atrapar gallinas por una pata.
En el taller de mi padre había muchos objetos atractivos: el torno, el calibre, la llave de torque, el juego de dados con mango de crique, las morsas, la piedra de esmeril giratoria con motor eléctrico. El resto eran llaves estriadas y de boca (o fijas), variedad de destornilladores y pinzas, el medidor de luz de las bujías, ventosas para esmerilar válvulas, y un martillo chiquito.
Mi madre tenía una máquina de coser a pedal, un horno para Primus, y me gustaba usar brillametal Brasso o Silvo para lustrar perillas y objetos de bronce. Los dos productos venían en graciosos frasquitos de lata, con tapa de rosca.
En el almacén El Nene, había varios bollones de vidrio, llenos de caramelos de varios tipos. Cada vez que me mandaban a pagar “la libreta”, la Tota me regalaba un montoncito de caramelos, envueltos en papel Estraza.
En un mueble del garaje, mi abuelo tenía un martillo, una pinza, una tijera de podar, un destornillador mango de madera, y muchos clavos torcidos, que había que enderezar para usar.
Los refrigeradores eran General Electric, las cocinas a querosén “Volcán” y el calentador a querosén “Primus” y los Calefones “Teem”, lápices “Faber Castell”, bolígrafos “Bic” o “Sylvapen”, gomas Dos Banderas, Cuaderno y hojas Tabaré, calzado deportivo Funsa o Pampero, tinta Pelikan.
Cada cita un recuerdo… Una emoción… Un giro de las coordenadas de la vida.
Hermosos recuerdos de mi gran amigo Roberto Villalba, paisajes y escenas que también llevo en el alma
CAMINO DE RECUERDOS
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VEO NIÑOS JUGANDO EN EL CAMPITO DE DOROTEO
SON: ALBERTO, RUBEN, MIGUEL ANGEL. Y MATEO.
VEO UN HOMBRE ALTO QUE DOBLA LA ESQUINA DE FRANCISCO BONILLA. CON UN MONTON DE LIBROS EN LAS MANOS. DICEN QUE ES POETA Y TOMA DEMASIADO.
VEO AL CURA ISABELINO, DANDOLE ESTAMPITAS A LAS HERMANAS REGALINE.
VEO A LA HERMANA ASUNCION, DANDO CLASE EN EL COLEGIO, HACIENDO EL PUCHERO PARA LA COMUNIDAD.
VEO AL MUDITO, APARTANDO DE LA CALLE PIEDRAS, PARA QUE PASE LA CARROZA DE ENTIERRO, CAMINO DE LOS PINOS DE BONILLA.
VEO A CATALINA, SENTADA EN EL ULTIMO BANCO DE LA IGLESIA, SIN INPORTARLE EL SERMON… ESCUCHANDO LA VOZ DE SU PROMETIDO QUE NUNCA VINO.
VEO AL JUDIO LEBON SOÑANDO CON REGRESAR A ISRAEL, DESDE SU TIENDA FRENTE A LA PLAZA.
VEO AL AFILADOR, SACANDOLE ESTRELLAS A LA VIEJA PIEDRA, MIENTRAS LLAMA AL VECINDARIO.
VEO A MI PADRE RECORRER KILOMETROS DIARIAMENTE HACIA EL TRABAJO EN LA FABRICA DE PORTLAND, PARA TRAERNOS EL PAN DE CADA DIA.
VEO AL CLOTA EN LA ESQUINA DE LA PLAZA, PRESTANDOME EL LIBRO DE RILQUE: “CARTAS A UN JOVEN POETA”.
VEO AL MAESTRO CHINO, CAMINANDO APURADO HACIA EL FORTIN, DE LA CALLE RIVERA.
VEO A LA POCHA, LIMPIANDO EL PATIO DE LA ESCUELA N° 6, CANTANDOLE A TODOS: ¡DALE, DALE, PEÑAROL!
VEO AL PRESIDENTE GESTIDO, ENTRAR A LA CASA DE CUADRADO, A POCAS CUADRAS DE MI CASA DE NIÑO.
VEO A UN OBISPO QUE SE MUERE EN UNA POSADA, A MEDIA CUADRA DE LA PLAZA, LLAMADO JACINTO.
VEO A LIBER FALCO, MUY NIÑO, SALIR DE LA PANADERIA BONET CON UN CANASTO DE BIZCOCHOS
VEO EN ESTA CIUDADELA PEQUEÑA DE AMORES Y DESAMORES, LAS FLORACIONES DE LA VIDA, LAS LAGRIMAS Y LOS NACIMIENTOS
Roberto Villalba
octubre 2021
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MI PLAZA… TU PLAZA
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DESDE EL NIÑO QUE FUI, RECUERDO LA FUENTE SIN AGUA, EN EL MEDIO DE LA PLAZA, Y LA OBRA DE ARTE DE DON JUAN VACCARO, CON SU ROSA DE LOS VIENTOS.
VEO LOS DESFILES EN LAS FECHAS PATRIAS.
EL AMOR A LA HISTORIA, LA MANO LEVANTADA DECLAMANDO DEL MAESTRO CHINO FIGUEREDO… CONTANDO LA LEYENDA, VEO MAS EN TIEMPO LAS PROCESIONES DE RAMOS. LA MULTITUD FERVOROSA …Y LOS INDIFERENTES DE PIE EN LA ESQUINA DEL BANCO REPUBLICA…
VEO LOS JARDINEROS DE LA PLAZA, MUNICIPALES ENTUSIASTAS, CUIDANDO LOS ROSALES AMOROSOS… EL AMOR QUE RESPLENDECIA EN LOS ADOLESCENTES, EN SU DESPERTAR A LA VIDA Y LOS SUEÑOS.
VEO A MEDINA SIEMPRE ENOJADO CON EL TURNO DE LA NOCHE, BLASFEMANDO CONTRA LOS POLITICOS DE TURNO, GRITANDO QUE LO UNICO QUE NO ACEPTARIA SERIA SER GUARDIA EN EL CEMENTERIO… ÉL. SIEMPRE INCORFORMISTA.
VEO A PUCHETA CUIDAR LA PLAZA CON SU SACON DE INVIERNO, CHARLANDO AMABLEMENTE CON LOS VECINOS, Y LA RONDA DE VETERANOS DE OTROS TIEMPOS.
VEO AL GORDO PLADA DESDE LA PUERTA DEL BAR DEL CENTRO PROGRESO, SALUDANDO A TODO EL MUNDO, Y GRITANDOLE AL CHICHE SILVERA… NO TE CAIGAS DESGRACIADO, YA TOMASTE DE NUEVO. Y EL OTRO DICIENDOLE: “CIERRA EL PICO, NO ME HABLES”. Y MAS ACÁ EN EL TIEMPO, VEO EN UN BANCO DE LA PLAZA, LA JUNTADA DE VETERANOS DE LA VIDA. AL POCHO PEREZ, A DON MASSA, A SILVERITA, CON SU MATE Y SU CIGARRO. AL CHINO FIGUEREDO CON LAS ULTIMAS NOVEDADES DEL PUEBLO, AL CHOLO MARAZZANI QUE TAMBIEN FRECUENTABA LAS TARDES INREMINABLES DE LOS VERANOS…
VEO NIÑOS VEO JOVENES ENAMORADOS… VEO EN LA PLAZA LAS NOVIAS RECIEN CASADAS… LA CARA DE CANSANCIO DE CURA, LAS FOTOS DE FIGUERA, LAS CORRIDAS AL ALTAR DE EDUARDO MARTINEZ, PARA SACAR LA MEJOR FOTO. LOS DESUMBRANTES VESTIDOS DE LOS CASAMENTEROS DE MI PUEBLO, TODOS BELLOS TODOS QUERIBLES…
…POR HOY, NO RECUERDO MAS…
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Roberto Villalba, octubre 2021