Prosa muy lírica, y poesía
Una noche jugaba a la poesía
Rimaba nombres de estrellas
Y de flores coloridas
De héroes y poetas.
Soñé después con estrellas
Con sus brillos más agudos…
Y una voz sin nombre
Susurraba versos a mi oído.
¡Emotivos versos!
Que pintaban desnudos
A mis propios sentimientos.
Al fondo de la calle
Donde las líneas
de perspectiva se unen
Donde se juntan
las filas de luces
Donde nada se distingue.
Lejos, invisible, incierta
Como la niebla,
como la noche oscura
Como la selva
impenetrable
Como el fondo turbio del río
Como un recuerdo perdido.
Una antorcha, una bengala
Una quimera…
Confuso,
más una esperanza
Que un dato seguro…
El corazón no entiende
Y la ilusión alienta un hallazgo
un encuentro
un abrazo.
Ve a dormir,
que pasaré por ti,
en la esquina azul
del sueño y la poesía.
Ve a dormir,
que nos espera
el mar sin fondo
de las estrellas,
los puertos
jamás soñados,
los jardines
que nunca vimos.
Habrá una isla soleada,
un coro de ángeles,
una orquesta infinita,
nidos en las ramas
y un aire pleno
de paz maravillosa.
Cruza la línea
del sueño y la vigilia,
y sube a mi velero.
Deja las tensiones
y problemas
en el mundo humano,
que, de este lado,
está la vida…
¡La vida que nos queda!
Qué queda por vivir,
cuáles alegrías,
qué cosas lindas
de la vida,
qué campanas
sonarán felices
todavía…
Qué emociones nuevas,
qué cantos
quedan por cantar,
qué golpes,
qué llantos,
existen todavía,
por sufrir
Qué sueños
tengo por soñar,
qué banderas,
qué pancartas,
qué proclamas
esperan todavía,
qué Alfonsinas
se irán al mar,
que guerras vanas
hollarán la Tierra,
qué improperios,
qué irrespetos,
qué atropellos
se esconden en la esquina,
qué miserias,
qué dolores.
¡Dios lo sabe!
Mientras tanto
la aventura
se renueva cada día,
la lucha
mantiene su sentido,
hay más amaneceres
llenos de esperanza…
flores recién abiertas
amores renovados
aromas frescos.
Amigos que dan fuerza
y sentido a las palabras,
acciones necesarias…
¡Mucha vida!
Un flash…
o un relámpago.
Estabas allí,
esperándome,
una sonrisa en los labios
y en los ojos, imán.
Sólo un flash…
y las agujas del reloj
volvieron al presente.
Un relámpago veloz
En la noche del tiempo.
Sólo un flash azul
Y se borró el lugar,
el momento…
Te borraste tú.
Escribí una poesía,
aquella noche,
y la leyeron las estrellas
desde su altura.
Compuse una melodía
al piano del silencio,
y sonaba sólo en mis oídos.
Detuve el viento
con mi rostro,
sequé el rocío
con mi espalda,
olí jardines imposibles
donde los ojos no llegaban…
y tallé un recuerdo
de mármol en el alma.
Te escribí una carta,
para que no la leyeras.
Dije palabras hermosas,
para que no las escucharas.
Caminé contigo,
te di la mano,
sentí tu presencia…
estabas lejos,
te dije: ¡Hola!
Te dije: ¡Adiós!
No, la lluvia no, el arcoíris;
el sol renace entre las nubes,
brillan las gotas
en las hojas de las plantas,
tengo ganas de buscarte
en las colinas
aun sin verte…
Las brumas
Se mantienen todavía
los colores vuelven,
las flores, los colibríes,
tengo ganas de buscarte
más arriba
el hornero me observa
en la puerta de su nido,
el apereá cruza distraído,
y tengo ganas de buscarte
en el campo y la cañada.
No, la lluvia no,
ya cumplió con su objetivo.
Recupero mi sombra
en el camino,
capto con mis lentes
el arcoíris, me dejo ir
con pasos libres
y oxigenados, respiro,
admiro la belleza del sol,
tengo ganas de buscarte
en cada punto del paisaje,
y me encuentro yo,
soy yo mismo,
en la luz de mi sendero
con ganas de buscarte.
220421 av
¿Sopla viento?
No lo siento…
¿Las ramas se mueven?
No las veo.
La ventana está cerrada,
la noche se puso oscura,
y si brillan las estrellas
y la Luna,
no me entero.
¿Hace frío?
A veces lo percibo
muy adentro,
en mis huesos.
Tardes de primavera
u otoño,
tardes de parque
o canchas de fútbol,
caminatas por la costa…
Todo gira en mi cabeza,
como humo,
como trompos grises,
como enredo de recuerdos
y sueños ya vencidos.
¿Ha salido el Sol?
¿Hay flores en el jardín?
¿existe el silencio aún
en los campos,
en la cima de los cerros,
en las playas apartadas?
Los mandos del automóvil
y el volante en mi mano,
los remos de una barca,
los pedales de la bicicleta.
El aroma inconfundible
del camino.
El aire fresco en la cara.
El paisaje.
La paz que añoro…
La paz que añoro.
.-.-.-.
220113 av
En su sitio del parque,
el árbol no estaba.
Era como si nunca
hubiera existido,
como si los recuerdos
fueran falsos,
como si nadie hubiera
marcado sus amores
en aquella corteza.
Ni el tronco,
ni sus raíces añosas,
ni la sombra incomparable
de sus ramas y hojas…
Como si el tiempo
hubiera escondido
en otra dimensión
su madera… Sus nidos,
que le adornaban
con aleteos y trinos,
como si tantos secretos
lo hubieran vencido,
y su estampa robusta,
careciera de materia.
Simplemente ausente…
Tanto, que hacía dudar
de la memoria, en el filo
de la realidad y la fantasía.
Pero si nunca existió,
entonces, evoco mentiras,
espejismos,
tejí historias a su sombra,
sueños engañosos,
tardes de utopías.
.-.-.-.-.
14 de enero de 2022 (av)
Fui a la cañada a buscar tu recuerdo
¿Tú no estás? O quizás sí, de algún modo.
Quizás estás allí, con mis recuerdos
Los años se fueron… mas no del todo.
Fui a la cañada y me senté contigo
En el terraplén aquel, del pesquero
Con la luz que dejaste en ese sitio
Con la sombra del tiempo que más quiero.
Tú no estás frente a los juncos danzantes
Siento tus manos, tu risa, tu voz…
siento mi pulso, por ti acelerarse
Pero tú no estás, y se oculta el Sol.
Quizás Dios tiene todo previsto, cada paso.
Quizás mis decisiones no son mías… sino parte de mi libreto en la obra universal.
Quizás mis palabras no son mías, las que digo y las que escribo, y soy sólo un instrumento que ejecuta las órdenes de un Ser superior.
¿Cuál es el límite de mi voluntad?
Pero como lo ignoro, simplemente vivo, resuelvo, decido, digo con mi voz y ante el teclado, acato, me rebelo, sueño, discrepo, elijo, rechazo, camino, me quejo, rezongo, sonrío…
Seguramente
lo recuerdas tú también,
y quizás
se llena de preguntas
tu memoria
o algo más.
Quizás te confundes
O elijes el olvido
O sufres en silencio
por los sueños niños
que la vida ya rompió.
No lo sé, no tengo idea.
Apenas, cada tanto,
lo recuerdo
Y siento
que no estoy en el espejo,
que tú tampoco estás,
que las fotos aquellas
que el álbum preservó
son pura fantasía,
y son otros niños
otra historia
otra ilusión.
.-.
Cuando llora el mar,
aun bajo el oro
del poniente…
Cuando la brisa fresca da
en las ventanas
y en el rostro,
y la belleza es enorme,
pero triste… solitaria.
Cuando el silencio lastima
y las gaviotas
garabatean letras
sin ningún sentido.
Cuando la lisa salta
y se sumerge
con destellos de plata,
la playa sin sombrillas,
los aplausos al ocaso,
la arena fría,
el agua casi quieta.
Las sombras largas
Se desvanecen…
Y yo no sé quién soy,
Cuál es mi tiempo,
Por qué mi circunstancia…
Sólo soy una silueta
Al contraluz del poniente
Un reproche
Sólo una estampa
Congelada
A la puerta de la noche
.-.-
Alberto Vaccaro
12 de noviembre de 2021
Te vi allá,
en el reflejo
lunar del río,
como un camino,
hacia el confín
de los tiempos.
Te vi caminando,
sola y confundida,
mientras
tu estampa adulta
se iba
convirtiendo en niña.
Te vi, con tu porte,
caprichosa y querible
sacudiendo dudas
con la cabeza.
Te vi allá,
en el horizonte
de lo breve
y de lo eterno,
triste
por lo que dejabas,
ansiosa y feliz
por el soñado encuentro.
Tuve miedo
de tus propios miedos
y fingí
no darme cuenta
de a dónde ibas.
.
-.-.-.Alberto Vaccaro -.-.-
12 de diciembre de 2021
¿MADRE O MUERTE DEL DÍA?
La noche es
un lamento negro
que nos envuelve,
un susurro
de viento,
oscura melodía
del silencio.
Escucho
las trompetas,
al ritmo irregular
de las estrellas.
Luces titilantes
caen al lago,
sin alboroto,
sin ruido.
Un gajo roto
Un lejano aullido,
una palabra
en secreto,
un muelle
en el puerto del día,
pero en sombras
todavía.
Un reflejo
distante y triste
en el espejo
del alma…
Un bote
en penumbras,
y en calma.
Vidas nuevas
y muertes
repetidas.
Despierta el poeta
entre faroles
de las esquinas,
sueños que vuelan,
como flechas
lanzadas al vacío,
como esperanza
sin motivo…
amores escondidos,
poemas
recitados al oído…
escucho
mis propias voces
guardadas,
lucho,
dejo escapar
algunas,
muy mías,
y sueño más
en las antípodas del día.
Alberto Vaccaro, noviembre 17 de 2021
Se va el tiempo
como el viento
agitando
hojas amarillas
por el prado
como la vida
como el viento
en el desierto
trasmutando
dunas viejas
en dunas nuevas.
Se va el tiempo
como el viento
que eriza al mar
lleva al velero
desde un puerto
a otro puerto
más allá.
O los cruces
a medias luces
del Aqueronte,
el horizonte
de la presencia…
¡De la existencia!
Alberto Vaccaro
27 de diciembre de 2021
¡Ay! los domingos vacíos,
de soles tristes,
de reuniones imposibles.
Una bruma apenas
Dibujada tras los cerros,
las hojas del árbol,
vencidas…
la cañada quieta,
la mesa sin tender,
la carretera ajena,
la cafetera fría,
la puerta cerrada
y las sillas,
todas vacías.
¡Ay! Los domingos
de ausencias,
sin platos para secar,
sin charlas largas.
Sin mutua contención,
sin más historia,
sin esperanza,
sin recuerdos compartidos.
¡Ay! Los domingos sin ti…
Mis letras, que siempre te tuvieron, te buscan por aquellos poemas que vivimos.
Mis ojos te buscan, pero sólo pueden verte en el fondo del alma, en un latido, en el sueño que se apagó a un costado del camino, entre el asfalto frío y la cruda realidad.
Recuerdos lindos, la estrella que ambos miraríamos si nos queríamos encontrar en la distancia de cuatro dimensiones… cuando las redes sociales no existían.
Nada que reprochar, nada falló de los reglamentos convenidos.
Quizás existía un poco más, que perdimos. Pero la historia de los hechos no ocurridos, no es tangible. Los “pudo ser” no fueron.
Mis letras, que siempre te tuvieron, se reescriben en la memoria, con aquel solcito tibio de una tarde de febrero, y aquellas noches de amores escondidos.
… Y una simpatía que traspasa los recuerdos, una sonrisa cada tanto, y un “me gusta” que regalas cuando escribo.
Mañana… será mañana.
La vida seguirá con su rutina.
La noche es nuestra, la madrugada,
los vidrios empañados de rocío,
la intensidad de una vida,
resumida en este instante.
Mañana… No importa,
llegará de todos modos
y habrá tiempo de pensar el nuevo día.
Este momento es nuestro,
sólo nuestro, y no hay motivos
para ahorrarnos sentimientos
ni para lamentarnos
por las fichas ya jugadas.
…Y llegaron los días,
los meses y los años. Muchos años.
Pero aquella novela compartida
quedó escrita para siempre.
Quiero darle la mano al recuerdo.
Traspasar la pared de los años
y encontrarme contigo,
como por una ventana,
uno a cada lado del tiempo.
Quiero asomarme,
como si fuera posible,
como si el presente y el pasado
pudieran estar un momento,
vagón con vagón
de dos trenes distintos,
que se cruzan en la misma estación.
Me bastará mirarte,
tocar tu mano alargando mi brazo,
decirte cuánto te quiero.
Aunque no me alcance el instante
para una charla… Para un café…
Ni para un abrazo.
¡Corre, Minero!
¡Corre, Minero! por el carril del alambrado
¡Retoza y relincha, en la esquina azul del campo!
Corre, Minero, por el carril de la memoria,
sin que te alcance el almanaque, ni los relojes.
Déjame palmear tu lomo, y entra cuando quieras,
al galpón aquel, con divisiones de madera.
Corre como Pegaso, por la pista del cielo,
pasta en aquellos campos de mi infancia
llévame a dar un paseo, y abreva en la cañada.
Asoma a la portera, en busca de mi abuelo.
Disfruta la sombra del sauce, si es verano…
Deja que te entibie el sol de las tardes de invierno.
Aleja a los insectos con tu cola, tranquilo
si las aves pequeñas se posan en tu pelo.
Corre Minero, por el surco pegado al cerco
Retoza y relincha en mi nostalgia, con tanto brío,
Regálame un galope, sin ocultar tus nervios,
y aléjate de las nubes grises, del olvido.
.
Alberto Vaccaro, 28 de septiembre de 2021
El brillo fuerte de la Luna,
destaca entre las ramas.
se abren las hojas oscuras,
casi de exprofeso, y pasa
el blanco fulgor en derroche.
La misma Luna, otros árboles.
El mismo brillo, otra noche.
La luz descubre altos nidos,
pero esta vez, sin culpa,
sin la emoción de lo prohibido,
sin el encanto de la aventura.
Sueños viejos y callados,
que han vuelto desde la Luna,
por la trama oculta del pasado.
Mira…
Se abrió la puerta
apenas asomó la noche.
Se abrió la puerta
de las alturas desconocidas
por la hendidura del cielo,
en las antípodas del día.
Ven.
Los brillos enlazados en figuras,
sin ninguna fantasía,
en la amplitud oscura,
nos llevan a otra
dimensión del Universo.
A otro espacio
allende el nuestro cotidiano.
Las perlas
engarzadas en plata,
se pierden
en el negro terciopelo del abismo.
Míralo como a un espejo.
Somos nosotros mismos.
Las distancias nos incluyen,
aun las que no conocemos,
y el tiempo
que nos crea y nos destruye…
Una puerta que muestra,
lo que siempre estuvo escrito,
y a uno y otro lado,
dos mitades del infinito.
Alberto Vaccaro, 27 de diciembre de 2021
No todo se debe decir. A veces no hace falta. Las palabras pueden lastimar, parecerse a promesas, fomentar ilusiones vanas. Cuando hablan las personas hay lenguajes sin palabras.
Basta el instante, la conexión de frecuencias en las almas, todo el universo que se cruza en las miradas.
Hablar, a veces, carece de sentido… Lleva el sentimiento al modelo del prejuicio, pone nombres rígidos a momentos que no los merecen. Las palabras destruyen ilusiones, levantan barreras conceptuales por sobre lo evidente, lo inmaculado, lo que no podríamos de ningún modo describir.
Mejor callar. Mejor dejar que hablen las pupilas, que chisporroteen los contactos eléctricos de corazón a corazón. Mejor la empatía por las mutuas circunstancias, la solidaridad que no hace falta decir.
No hay nada inmoral en los sentimientos. Nada de qué arrepentirse, ni promesas para no cumplir.
Venías a conversar conmigo, por las tardes. Me mirabas con brillo en las pupilas, una sonrisa para el saludo, y te sentabas enfrente. Nos divertíamos hablando de cosas poco trascendentes, con jovialidad y fantasía. De pronto callabas, y simplemente compartías el espacio con silencios prolongados, como una solidaria compañía.
Creo que era tu refugio, quizás una estación segura y confortable no muy frecuente en otras horas de tus días.
Por costumbre te esperaba, para llenar ratos de tediosa espera, y sentirme en esa mixtura de amigo y padre, que me daba mi función.
No contabas muchas cosas de tu vida… Apenas fui haciendo mis teorías sumando pistas que dejabas en las charlas.
De pronto el salón se llenaba con otros estudiantes, a clase de observatorio. Disfrutábamos el telescopio mientras me llenaban de preguntas, y se mostraban asombrados con alguna imagen.
Muchos se quedaban también a conversar y el intercambio daba razones a mi alma para sentirme bien con mi trabajo.
Sentí haber sido una buena influencia.
He extrañado aquellos años… Y el salón 14.
Alberto Vaccaro 10 de octubre de 2020
Ella lee mi poesía.
Yo escribo recuerdos, sentimientos, o los imagino.
Ella lee mi poesía, la vive, comparte recuerdos, adivina momentos, siente cada letra, cada rima.
A veces pienso en ella cuando escribo.
A veces no pienso, pero ella está presente de algún modo… O se cruzan los caminos, porque lo quiere Dios.
Ella lee mi poesía, la sufre, le duelen los versos y los “pudo ser” que no fueron, las circunstancias divergentes, los rumbos convenidos, las promesas que soñó… pero nunca tuvo.
Ella lee… y disfruta momentos que no se olvidan, eternidades que transcurrieron en una noche, vidas enteras en un viejo camino que ya nadie transita.
Y la poesía pasa como un río, se enrosca en las estrellas, fluye en el viento… le refresca el alma cuando la escribo, la remonta a tiempos idos, y a mundos que no nacieron.
Ella lee mi poesía… y estamos vivos.
Alberto Vaccaro, 25 de septiembre de 2020
¿Recuerdas aquellas tardes, que nos vieron de la mano a contraluz del ocaso?
Nos dejamos caer en la noche, sin prisa ni promesas. Pusimos nombres a las estrellas, pero no a nuestro encuentro.
¿Recuerdas? Nos esperábamos en las penumbras de una calle, sólo porque teníamos ganas de abrazarnos.
Los relojes no eran gratos, y no queríamos volver.
Las madrugadas tenían sabor triste a despedida, y sin dormir, nos despertaba el día.
Te encontré en el curso de un laberinto de cuatro dimensiones, cuando soplaba el viento sin clemencia, estuve sordo a las canciones, y el cielo pocas veces mostraba sus estrellas.
Te encontré cuando la tempestad, cuando la demencia, cuando la brújula olvidaba al Norte y la primavera transcurría sin sus flores…
Te vi, en medio del aguacero, mojada y gris, o te soñé como formas difusas en la niebla, como una sombra, como una vana transparencia…
…Y seguí mi marcha sobre los rieles que se sentían firmes. Cerré la ventana por donde entrabas insistente y tentadora, y fingí que no existías, que nunca te había descubierto, que no eras más que una ilusión pasajera y sin fundamento, una voz melodiosa que quizás, había confundido con el viento.
Alberto Vaccaro 15 de octubre de 2020
Ven conmigo, que este es sólo el mundo de mis recuerdos.
Dame la mano, como aquella vez, con tu vestido rojo,
gira hacia mí y mírame sin pudor a los ojos.
No tengas miedo, la realidad está lejos,
y este es un sueño de reminiscencias, nada más.
Ven y abrázame, como aquella vez, sin palabras.
Déjame ver tu sonrisa nerviosa, tu alma blanca.
Deja electrocutarse nuestros cuerpos, sin pecado,
que la tarde muere en el ocaso rojo,
y en la noche late la memoria, con aquel amor.
Alberto Vaccaro 9 de octubre de 2020
El viento me habla, pero no le entiendo.
Las olas rezongan de la rompiente hasta la orilla, sólo por costumbre.
No sé si brillan las estrellas. No sé si hay luces en la ciudad.
Está tibia la arena y camino, sin prisa, hacia ningún lugar.
Un reloj invisible parte la noche a la mitad, entre el ocaso y el amanecer.
Es tarde… Pero muy temprano para volver.
Me quedo aquí, contigo, un poco más.
—
Alberto Vaccaro, 22 de septiembre de 2020
Una puerta, una ventana… ¡Una casa!
Sólo cañas largas, en el espacio oscuro
Sólo sombra gris a un costado de la calle
Fingiendo vida entre los árboles y el muro
Personas que llevan en sus brazos a un niño
Que van de la cocina al mueble de la sala
Sólo cañas, sombras y sueños escondidos
Ilusiones, ausencias, simplemente nada.
Una mesa, una cena, un dormitorio,
Un hogar extraño sin voces ni palabras
Entre las tacuaras, al Este del villorrio,
Donde falta luz y deambulan mis fantasmas
Una puerta, una ventana, una choza
Sólo un cañaveral callado y la fantasía
Sólo el viento suave que hace mover las hojas
Y rayos de Luna para escribir mi poesía.
Arrecia la noche.
Flotan en el espacio
las estrellas,
y sus brillos apenas,
apenas se perciben,
en la distancia oscura.
Alguien escribe.
Arrecia la noche…
entre el patio frío,
y el horizonte
en penumbras.
Las lámparas lejanas
se ven amarillas,
otras azules.
La calle vacía,
el árbol callado,
y la poesía…
que abriga amores
en los hogares,
sueños secretos,
ventanas frías,
vidrios empañados…
circunstancias
desconocidas
y las estrellas tiemblan,
ajenas, en el pasado.
Alberto Vaccaro 22 de septiembre de 2020
Hola. Entra, que hace frío allí afuera, en la llovizna, y estoy solo.
Entra y regálame tu charla, por estas horas de tediosa espera.
Regálame tu silencio, tu sonrisa, tu mirada triste.
Abrázame fuerte.
La noche tendrá después otro sentido,
mientras retorno a mis coordenadas elegidas.
De pronto algo mengua, también,
la soledad que viniste a compartir.
Estarán menos vacíos tus espacios callados,
y tendrán sentido renovado mis recuerdos.
Háblame de tus penas,
cuéntame lo que quieras,
o simplemente llena ambiente
con tu presencia agradable.
Eres tú. Llegaste.
Hace frío en la esquina, en la vereda,
tu rostro helado, el viento Sur…
y la isla que nace espontánea en el mar de soledades…
Hace muchos años, pero no se olvida.
Tengo las llaves del castillo, y voy por ti.
Paso el puente de tu pupila y camino la senda de tus ojos.
Estás allí, sin teatro ni armadura, expuesto tu perfil,
Y tu sueño roto.
Lloras, y te acompaño.
Afuera los aplausos, la pintura y los trajes
Del teatro que interpretas con tu vida.
El telón separa silencios del camarín al escenario…
Y de mi sombra a la butaca vacía.
Tengo las llaves del castillo, y voy por ti,
A liberar tu llanto de sus cadenas…
A decirte “Estoy aquí”
Donde sólo los amigos llegan
No subiré contigo a tu velero, aunque me tienten el mar, la noche, tus ojos con imán.
No pasaré el puente del muelle al barco, aunque imagino la ruta silenciosa con las estrellas pintadas en el agua, la tibieza de tu cuerpo, y la costa lejana como una guirnalda de luces.
No me esperes, los sueños no duran para siempre… habrá un regreso y una culpa.
Elegí hace mucho no tener que arrepentirme, mirar al mundo sin nada que esconder, sin desvelos ni remordimientos.
No subiré contigo a tu velero, pese a la magia de tu vestido al tras luz del ocaso, pese a tu sonrisa seductora, pese a esta circunstancia sugerente.
Prefiero lamentarme por lo no vivido, que por una culpa.
No me esperes.
Alberto Vaccaro 20 de septiembre de 2020
¿Cuándo fue? Estabas en el Parque, sola, y en tu mano un jazmín. Yo pasé de largo y tú, saludaste con un gesto, con una sonrisa. Al regreso estabas feliz, mirando el entorno, en tu mano el jazmín, y en tus labios la misma sonrisa.
¿Cuándo fue? Había un halo especial en tu figura, una luz radicalmente blanca, en la trama oscura del bosque.
Volví otro día, tarde de sol y primavera, y busqué el banco, tu mano, el jazmín… Pero sólo estaba el halo de luz muy blanca y el eco mudo, de aquella sonrisa.
Ya sin tus labios, sin tus largos cabellos, sólo la rama verde del árbol y el blanco jazmín.
Alberto Vaccaro, 15 de septiembre de 2020
El bosque sin fin
¿Dónde termina el bosque, y comienzan los miedos de la noche?
El sendero avanza con rumbo zigzagueante entre los troncos, y las hojas trepan las ramas hasta el cielo.
¿Dónde termina el bosque y comienzan mis sueños? El delirio de las penumbras, la incertidumbre oscura.
La arboleda que se extiende interminable, casi sin estrellas, y cruje la hojarasca bajo mis pies, como un susurro.
Te busco, y sé que no estás, pero es el destino. El misterio de la nada, de la ausencia o la presencia insospechada.
¿Dónde termina el bosque, y comienza el día? La luz atravesando la espesura con distintos brillos, el azul ocasional y lejano, los caminitos por los que paso sin mucho tino, el zumbido del viento en el ramaje, y alegres trinos, seguramente originados al pie del nido, como una quimera sin final.
Alberto Vaccaro 15 de septiembre de 2020
Salgo a caminar por la noche gris,
con el frío de las gotas en mi cara,
y la llovizna dibuja conos de luz en los faroles.
El cielo esconde sus estrellas,
baja a la Tierra el encanto de sus brillos,
y diluye la estructura supuesta del camino.
Recuerdo noches de emociones fuertes,
de encuentros apenas convenidos,
de esquinas irreales y puertas semiabiertas…
con el humo pesado de alguna chimenea
alterando el tono gris del aire,
del aire lleno de secretos.
2 de septiembre de 2020
Hay un rayo azul que cruza la noche, imperceptible a los ojos.
Hay un rayo azul que llega hondo, que cruza entre nosotros, que es más que una luz. Lo siento yo, lo percibes tú. Las penumbras lo ambientan, los faroles distantes en la niebla, los techos oscuros, las veredas frías, lo que no se ve.
Hay un rayo azul transversal a las horas, ajeno a las estrellas, excluido quizás de la ciencia y de la historia.
Un temblor leve en la voz, una mirada profunda, la ansiedad por el encuentro, la magia de un abrazo, el encanto que sólo destroza el reloj.
Hay un rayo azul que cruza la noche, cuando estamos los dos.
3 de septiembre de 2020
El tiempo no es una calesita, los hechos no regresan, nada se repite. Ni siquiera volvemos a pararnos en el mismo exacto lugar del espacio, porque todo se mueve. Las horas no regresan, los años menos. La historia plantea parecidos, situaciones similares, cosas que nos hacen evocar el pasado. Pero nada se repite. Nada volverá a ser igual y lo que ocurra, siempre será distinto… Salvo la cuota de recuerdo que adosa el cerebro a nuestras experiencias, lo emocional, lo subjetivo, la distorsión inevitable en la percepción de la realidad.
Búscame allá, en la playa de noviembre, vestida de olas, de sol y de arena.
Yo no estaré, pero tú me encontrarás.
Yo fui a buscarte, hace un tiempo… Tú no estabas, pero te vi, como un sueño saliendo del agua, subiendo el médano, en la tarde prohibida.
Búscame allá y deja que el día muera en las estrellas, sin ganas de volver.
Dos trenes se cruzaron en la estación, y quedaron ¿un minuto? detenidos en paralelo. En uno de ellos, estaba yo, asomado a la ventana. En el otro, una jovencita de ojos magnéticos, que se robó mi mirada.
¿Un minuto? Pudieron ser años, o toda la vida.
Y los trenes comenzaron a moverse, tan lentamente, que las miradas siguieron imantadas, hasta que el reflejo del Sol en los cristales, rompió el encanto.
Fue una tarde cualquiera, en la estación, con vendedores en la explanada y boletos duros de cartón.
¿Un minuto? Tal vez… Pero un minuto que nunca olvidé.
Alberto Vaccaro
29 de julio de 2020
Si me hacen falta mis años niños, recuerdo que los llevo conmigo.
La bicicleta por el Barrio La Viviana, el picado del sábado de tarde en un baldío con ilusión de estadio. Los compañeros del colegio, mis maestras, mi hermana y mis amigos… las calles aquellas de mi pueblo, más pequeño y entrañable.
Si me hacen falta mis padres y mis abuelos, recuerdo que los llevo conmigo. La casa, los juegos, cada palabra. Los paseos, las vacas, la quinta, el caballo, el taller, la cachila, la motoneta, y el Fido.
Cuando sueño despierto que vuelvo a recorrer mi camino, mi vida entera, mis aciertos y desatinos, mis momentos felices y mis duros fracasos… Cuando me hacen falta los afectos que dieron sentido a mis pasos, las aventuras que me formaron, recuerdo que siempre los llevo conmigo.
Alberto Vaccaro
7 de julio de 2020
Vístete de noche y ven conmigo. Ponte tu vestido largo con lentejuelas, y yo iré de frac, a rescatar a las estrellas de su profundo inmenso encierro.
Vístete de negro con joyas de plata, que yo pondré gemelos en mis puños y prendedor en mi corbata, para caminar lejos sobre la alfombra de tinieblas, entre faros de dudas y certezas.
Lleva tu chal de fiesta y la mejor cartera, que yo iré sobre zapatos de charol y fina suela… en busca de soles, de brillos intensos, en la negrura honda del espacio eterno.
Acompáñame a encontrar sonrisas donde no llegan lentes, conocer historias de caricias y amor entre seres inteligentes, ajenos a odios, intrigas y ambiciones.
Vístete de noche y ven conmigo, a caminar tan lejos como imagines, hasta planetas felices, aún desconocidos, en la esquina intemporal del paraíso.
Lo haría de rocas y arena, siempre que lo bañen las aguas del Río de la Plata. Lo haría en tarde de domingo y con caña de pescar y reel, al pie de los médanos de pasto ralo y duro. Lo crearía con una canchita de tenis donde la arena está firme, con una faja de cáscaras de mejillones donde llega la marea.
Si pudiera inventarlo, lo haría con traviatas de salame y el termo del café, la caminata por la bahía, la radio, y el rumor de olas del Río de la Plata.
Una cañadita que desagüe en la playa, algunas sombrillas distantes, y pescadores sin prisa, laguitos con peces entre las rocas y colección de caracoles en aquellas huellas blandas.
Si me dejaran construirlo, estaría entre la Mora y Punta Colorada, con mi padre impasible en su pesquero preferido, mirando lejos la textura rugosa del Río de la Plata. Con mi madre y su bolso de merienda, con mi hermana y las paletas de madera, y las toninas ejecutando acrobacias a metros de la orilla.
08/01/2020 av
¿Quieres venir? Me iré a caminar sobre la playa aquella, arena tibia y canto de olas… Y me sentaré sobre las rocas a mirar horizontes invisibles, y distancias negras detrás de las estrellas.
Iré a jugar con mis amigos en la canchita de siempre, a insolarme jugando al tenis en la plaza de deportes, a cabalgar por pastizales a la vera de la ruta, o a recorrer en bicicleta el Barrio de mi infancia.
Volveré a escribir mis poesías de amor, a caminar las veredas largas sin destino cierto, o salpicar a cada paso con el agua de la orilla.
¿Quieres venir? Hay más ocasos rojos para emocionarse, más amaneceres otoñales y tardes de primavera. Más estrellas, más olas, más bosques en verano… y remembranzas de noches escondidas, que morían sin dormir.
Alberto Vaccaro
28 de julio de 2020
No todas las luces provocan sombras
Algunas parecen apagarse, pero sólo pasan a una dimensión donde brillan de otro modo, llenas de pureza y virtud.
Brillo intenso, que no encandila ni proyecta sombra, que está lejos de las medidas humanas, de las pequeñeces, de los intereses banales, de los errores.
Hay luces que escapan de las coordenadas corrientes, y se instalan sin parpadeos, donde parece reinar la oscuridad, pero se concentra la verdadera Luz.
Alberto Vaccaro, 1° de julio de 2020
Está aguardando entre las ramas,
en el alero del techo, flotando en el aire.
Sólo espera que yo salga
dispuesto a explorar la noche.
Se camufla entre las estrellas,
en la negra profundidad del cielo,
o en las partículas de brillo
difuso de la niebla.
Me asomo a contemplar
los nocturnos claroscuros y ella,
susurra versos a mi oído.
Sólo escribo,
sin mucha reflexión ni tino,
el mensaje extraño.
Es una brisa,
un soplo tibio de poesía,
que llega al alma, sin palabras.
Sólo escribo,
de amores que no recuerdo,
de soledades que no he sentido,
de sueños que no soñé.
No estoy seguro, acaso sí…
Laberintos profundos
que no había descubierto.
24 de junio de 2020
Alberto Vaccaro
Si yo no soy yo… ¿Tú quién eres?
¿Qué disfraz llevas por las calles?
¿Quién finges ser?
Si no puedo atestiguar quien soy…
¿Puedes tú decirme quiénes somos?
No soy un nombre,
ni un rostro, ni un pasado.
Soy la fuerza que me lleva,
la inspiración, si viene,
mis ideas…
el viento que curva las velas de mi barco.
La realidad que construimos a cada instante
como escenario de un teatro en el que actuamos,
con uno, dos, o mil papeles.
No soy quien soy… o sí,
pero también quien tú ves cuando me miras,
quien tú sientes que soy,
el que tú me crees.
Y en cuanto a ti, esa sombra leve,
gris y transparente que me sigue,
que me enfrenta, que me ama
y me odia con igual pasión…
O la imagen que veo si te busco,
escondida
en una estrofa gris de mi poesía.
¿Quién era aquella niña que me esperaba en los recreos junto al subibaja? Estábamos en Jardinera y la clase transcurría entre coloridos muñecos articulados de cartón.
Empujábamos con fuerza el pedregullo para levantarnos al extremo alto del tablón, entre sonrisas y emoción.
Era indescifrable lo demás, había un fondo de niños que corrían o se hamacaban, bolitas que chocaban o llegaban al hoyo, figuritas que saltaban en el pretil de la ventana.
Pero nosotros jugábamos en el subibaja azul de madera, pese a las diferencias de masa, hasta que la campana nos devolvía al aula.
¿Quién era aquella niña, con la que apenas recuerdo haber hablado, pero me esperaba siempre en los recreos?
Hay algo que nos une
Y no es la vida.
No es el Mundo
Que seguimos con desgano.
Es un nexo
de canciones y poesía
Que descargan
Al contacto
Nuestras manos.
Pero en el aire cotidiano
Está cautivo
Prisionero de los rumbos prefijados
Y aparece en nuestros ojos
Como Sirio
Un brillo distante y pronunciado.-
Alberto Vaccaro
Antes de mí, y después de mí, el Mundo será el Mundo…
Sin estáticas perennidades ni eternidad.
Será la materia evolutiva del exterior a lo más profundo,
Proveniente de la nada, y en la nada viajando hasta el final.
Mísero segmento de un segmento nada más,
Se irá terminando mi tiempo, del tiempo universal.
La esfera ya estaba, y esfera será mientras exista
Aún las estrellas, llegado el instante, morirán.
Todo es breve, pese a las escalas muy distintas,
Todo es breve, y se entrega a los cambios sin parar.
Como la lluvia…
que aparece
de repente
y hace sonar
los techos,
corre por
las canaletas,
inventa espejos
en la calle
y la vereda,
empaña vidrios
y dibuja ríos
caudalosos
en las cunetas.
Como la lluvia,
que riega
los jardines
y los campos,
da vida
a la semilla,
renueva
el estanque
y la laguna…
Como la lluvia,
que corre
locamente
en la pendiente,
esquiva obstáculos,
y muere
en alguna orilla,
en algún desagüe,
o se evapora
cuando el Sol regresa
y dice ¡Basta!
.
Alberto Vaccaro
Una calesita allá en la esquina
Es raro tu rostro sin sonrisa
Nunca te vi vestigios de alegría
Pero la rueda gigante gira
Allá en la esquina, por tus pupilas.
Un corcho torcido en la chumbera
Latas que no caen si las golpeas
Aros al pico de las botellas
Y algodón de azúcar en los dedos.
Ven, acompáñame que te llevo
A ganar peluches de fantasía
Y entre carromato y boletería
Soñar los juegos para una niña
Y ver tus ojos que se iluminan
Allá en la rueda, allá en la esquina.
Ay! Los amores de piel
Sin elegancia de palabrasPara intentar convencer
Sin miradas imantadas.
Amores de sólo un día
Sin apuestas al futuro
Sin encantos de poesía
Ni gestos de ternura.
Amores sin mucho amor
Directos, pobres, breves,
Que no llegan al corazón
Y sin traumas mueren.
Amores que no dejan nada
(acaso algo de hastío,
de horas mal gastadas
y sentimientos vacíos)
Salí un instante a mirar el cielo,
Y me atrapó la noche poblada de recuerdos…
Me atrapó el rocío,
Y las estrellas olvidadas en el vidrio.
Era un espejo, una carretera, una fuente
Un sueño tan real como inconsciente.
Me atrapó la oscuridad azul,
El bosque, el auto, la Cruz del Sur.
Me atrapó la noche
La niebla que envuelve a los faroles
La magia de todo lo prohibido,
La madrugada mojada de rocío.
Sobre la curva convexa de la Tierra
Te desplazas como una invisible fuerza
Las arenas del desierto se acomodan
y al pasar, las dunas renuevan su forma.
Levantas a la altura, los barriletes,
Que se sacuden con nervios de serpiente.
Hinchas las velas del barco con tu soplo,
Para empujarlo por los mares ignotos.
Ondulas tu presencia en cada bandera
Y las aspas del molino se aceleran.
Curvas el tallo verde, quiebras la rama,
De hojas amarillas tapizas la plaza.
Una caricia, un beso transparente,
Se posa en paisajes siempre diferentes.
Cuando el Sol satura de luz la mañana
Tu frescura seca entra por la ventana.
Cierro los ojos para viajar contigo
Por horizontes que apenas adivino,
Para cargar de azules mi propio cielo
Y de lejanas islas mi agudo sueño.
Como un papel arrugado, iré contigo
A la rueda-rueda con el remolino.
Alberto Vaccaro
¿Dónde estás?
Despierta el parque
su primavera,
y vine acá
a la cita…
a este banco,
las flores abren
tus ojos podrían
dejarme ciego,
entre reflejos
de una rima,
entre sueños
de la tarde.
¿Dónde estás?
Si vinieron ya
las golondrinas,
y el picaflor,
si casi siento
tu corazón
apresurado,
y tus labios,
si el aire
se parece
a la caricia
de tus manos.
Y el minutero
se empeña,
en demostrarme
tu ausencia.
Sé que estás,
porque veo
tu sonrisa
entre las ramas,
siento tu aliento
entrecortado,
donde la sombra,
la luz apenas,
donde el recuerdo.
.
Alberto Vaccaro