NOCHE DE CRISTAL
Camina las veredas, el duende de la noche… Bebe la luz de las estrellas y se esconde en el rocío, en las ventanas empañadas, en el aire frío de la esquina solitaria.
Va silbando la melodía del viento y esquiva las risas del alcohol, hasta mimetizarse en el cono trunco que dibuja la humedad en los faroles.
Le hace un gesto amistoso al vigilante apenas a media ronda, y navega el incoloro mar de sombras.
El habitante permanente de la noche no va a ninguna parte, pero no se detiene. Trepa los árboles, cruza la calle, da vueltas a la plaza, corre por el parque… Amigo de los miedos, se mete en los pasillos más oscuros, en el ladrido de los perros, la charla del boliche o el silencio más profundo.
Monarca del reino extraño de la madrugada, arquitecto del puente de la alta noche hasta la aurora… De la desesperanza a la cordura.
Lo percibo claramente, pero si intento verlo, se desvanece como las tinieblas con el día.
Alberto Vaccaro, 11 de junio de 2015 y 2021