¿A dónde apuntan tus ojos tristes, tu mirada gris, por la vereda larga de la tarde fría?
Pasos resignados y manos firmes en el cochecito de bebé, cara de niña, y maternidad temprana.
Llevas un tesoro delante de tus pasos, la ternura del mundo en un enterito de lana, le amas como a nada, pero se terminó tu infancia sin adolescencia, sin albedrío.
No sé si miras la esquina, los autos, o miras mucho más allá, el horizonte que no alcanzas, que has perdido.
¿Te lo habían dicho y no escuchaste?
Qué más da… La realidad está allí, en la ventisca fría y la vereda larga, en los coches que pasan por la esquina, en ese cuidado de madre a cada paso, en ese instinto prematuro.
Te preguntas por qué te toca esta suerte, das gracias a Dios por lo que tienes, cierras los ojos a los planes ya imposibles, y asumes que eres tú, allí, con tu destino.
¿Qué piensas, a dónde miras, qué lamentas, qué castillos de ilusión te quedan, para soñar?
¡Por los ojos de tu niño, soñarás!