Salgo de nuevo a buscarte, por la senda ocre de las tardes. Me empuja la presión de las noticias, el estrés inevitable de la vida. Por el caminito que divide verdes campesinos, arranco, con la fuerza que me urge, en procura del aire que llene mis pulmones, y alivie el alma.
Salgo de nuevo a buscarte, a descargar la estática del día, y resetear los nervios en las rocas grises y el pasto ralo de las colinas, los oxidados alambres del cerco, los postes añejos y casi blancos, mientras pasta tranquila la vaca y el hornero asoma apenas de su nido. Hay sol, pero está bastante frío, y el paisaje es el bálsamo deseado.
Escucho mis pasos sobre balasto, el bullicio del bosque, inhalo su aroma de eucaliptos, oigo trinos y ramas que se rozan en la brisa fresca, el sonido crujiente de las hojas amarillas, mientras caen. Lleno de azules tenues la mirada, de variados verdes, de formas ondulantes. Una vía sin tren, invadida ya por maleza y cercos oportunistas, una tapera, y flamantes chacras con portales y letras de relieve.
Aspiro oxígeno feliz y limpio, siento al entorno tan mío como mi ventana, y camino, trepo cuestas, desecho las sombras que persigo en el verano, admiro el color matizado del otoño adulto, pequeños peces que se ven en la cañada.
Salí a buscarte y te encontré para volver contigo, mientras refresca la tarde. Te abrazo, te bebo, te incorporo. Muchas gracias.