Los duendes del silencio, los del vacío, los de la nada…
Las infinitas palabras de una hoja en blanco, las esculturas maravillosas que están sin tallar
en el bloque de piedra. Las potenciales melodías que aguardan en las teclas del piano cerrado.
Los amores no confesados. Las miradas no respondidas.
Voy en busca del silencio, de la paz espiritual, de la conciencia tranquila. De no tener deberes pendientes, asuntos sin resolver en mi cerebro.
Pero todo lo que deseo se parece al silencio, ese de los caminitos del campo, adornado apenas por mis propios pasos, por algunos trinos, por la brisa en las ramas del bosque. Sin gritos, sin prisas, sin horarios. En ese enorme espacio en blanco de los sonidos, están todas las sinfonías que quieras escuchar, todos los discursos que se te ocurran, todas las voces que recuerdes… El universo enorme de todo lo posible, en suspenso, o en ejecución de segundo plano en la subconciencia, para disfrutar, sin que te aturdan.