Déjame escribir. La noche desprotege al alma. La emoción da vueltas y vueltas y los recuerdos se cruzan con los sueños.
Si quieres, nos encontramos en el poniente, donde el brillo de oro se hace plata sobre el río.
Podemos esperar que se apunten las estrellas en el cielo, y entre mínimos destellos, extender las quimeras hasta el día.
Déjame escribir, inventar los paisajes más bonitos, encender fogones, remar entre orillas, adivinar coros celestiales, escuchar la voz del sentimiento.
Sueña conmigo. Deja correr al río, deja rotar al cielo sobre nosotros, deja que las tinieblas destaquen los mensajes luminosos, calla, escucha, sonríe, vuélvete recuerdo, nace de nuevo, dime ¡Buen día!
Pero déjame escribir, que hay otro mundo debajo del teclado, jardines, montañas y lagos… Un violín agudo en el pentagrama, una cálida voz que recita poemas, los sonidos que brotan de la noche, el silencio más preciado… y con el perfil de un velero al contraluz del alba, despertar contento, sin saber por qué.