-Juan pasó frente a un quiosco y se le ocurrió jugar un 5 de Oro sorpresa. –
Total, quién te dice, capaz que gano -se dijo el hombre, ya veterano. Guardó el boleto en su billetera y siguió caminando, porque, en definitiva, a eso había salido. –
Si gano… Bueno, no sé qué haré con el dinero. Mejor me lo hubiera ganado de joven, para no pasar las penurias que tuve, los malos momentos, no tanto necesidades básicas, sino el dolor intenso de no poder pagar mis deudas. Tuve una actividad comercial, en un mal momento, mis clientes no me pudieron pagar, y el resultado fue que debí cerrarlo y dedicar por muchos años mi sueldo a cubrir aquellas facturas de compra que me quedaron pendientes. ¡Si hubiera ganado el 5 de Oro, hubiera simplemente cancelado las cuentas, para comenzar de nuevo!
Pero tuve que volver a empezar, perdiendo por goleada el partido de mi vida. Tuve que trabajar muchas horas, tomar dos trabajos, y lo peor era la angustia de saber que faltaba mucho, que algunas personas podrían pensar que les había fallado, que otras personas estaban también afectadas por aquella causa…
Si hubiera ganado en aquella época el 5 de Oro, hubiera encontrado alivio en las noches en que me despertaba nervioso por cumplir mis compromisos, por dar la cara ante quienes eran mis acreedores, o víctimas ocasionales de mi situación.
Pero ni siquiera jugaba. La felicidad era difícil cuando sólo el trabajo intenso aliviaba la tensión, y cuando la labor del día finalizaba, era como cuando sales del cine y no entiendes si es de noche o de día, y necesitas recomponer tu agenda. Eso me pasaba, sentía que otra vez un peso enorme me aplastaba, que pagaba lo que podía, pero no alcanzaba… Y me llevó muchos años salir. ¡En aquella época lo hubiera necesitado!
Pero hoy, si salieran mis números en el sorteo, ya mis problemas no se solucionan con dinero. ¡Ya no voy a tener de nuevo a las personas que extraño, ya no tendré mi juventud para emprender hermosas aventuras, ya no podré borrar los malos tiempos que pasé, los dolores que dejaron huellas, las heridas que causaron gruesas cicatrices!
Bienvenido si lo gano, podré ahorrar un poco de dinero por lo que pueda venir, podré ayudar a algunas personas a mejorar su vida… Pero ya no tendrá el efecto salvador, maravilloso, regenerativo, que hubiera tenido hace cuarenta años.
De todos modos, ya jugué, -dijo Juan- y no creo que acierte. Tengo tantas chances como todos, o sea, muy pocas. Cuando haya terminado el sorteo miraré los números, comprobaré que no existen coincidencias, y arrojaré el papelito ajado en algún basurero de la vuelta.
Y Juan siguió caminando, haciendo mover sus articulaciones y oxigenando sus ideas, hasta volver. Entonces, cuando creyó que los números ya estaban, comprobó que no había ganado. No le importó, lo había previsto, y, además, para nada borraría el dinero aquella época dura, mortificante, de su juventud.
Alberto Vaccaro, 16 de mayo de 2021