Corre, te dije, que el tiempo se termina. Corre que después del arcoíris, la lluvia para; después de la tarde irrumpe la noche.
Sube a los árboles, navega el océano, atraviesa la selva… Nada en el río caudaloso, salta desde la cascada, enfrenta las olas furiosas desde la orilla.
Te dije que corrieras, cuando apenas había amanecido.
Dudaste sobre tu día, pero lograste afirmarte en el camino… y las horas transcurrieron con tanta prisa que apenas lo disfrutaste, pasaste el mediodía inmerso en tus banderas, y no dejaste de correr, trepar montañas, lanzarte en paracaídas, acudir en auxilio de alguien cercano, o de un vecino. Gritaste tus verdades… Y lloraste muchas veces por impotencia, por desatinos, por injusticias…
Pero no dejaste nunca de correr, trataste de ver colores en el paisaje gris, de escuchar música entre los peores ruidos, de hacer el bien hasta en aquellos que te golpearon.
Viste eclipses, reyes, cometas, cordilleras, ventanillas de avión… Lograste amar tu sendero y a quienes el sendero transportaba… Pusiste pasión en tus acciones y gozaste con aquellas que salieron bien.
Pero es verdad que la puesta de Sol es implacable… Vendrá la noche.
Con la fuerza que te queda, aprende y enseña, da buenos ejemplos, deja huellas que sirvan a nuevos caminantes, pinta flores irisadas si no las encuentras, canta si hay silencio, y si sientes algún vacío en el alma, escribe un poema.