Se puede tener recuerdos de momentos vividos, de objetos, canciones, charlas. Pero tengo también recuerdos de pensamientos, de mis dudas, de mis preocupaciones.
Uno de los ejemplos sucedió una tarde, sentado en un banco en la Plaza de Armas del Liceo Militar General Artigas, en Montevideo, allá por 1974.
Era un momento de soledad y me puse a pensar cómo sería la vida por el año 2000. Yo tenía 15 años y faltaban 26 años, toda una eternidad desde la perspectiva de un adolescente.
Yo había elegido la carrera militar e ingresé al Liceo General Artigas en 1973, cuando estaba todavía en Avenida Garibaldi con fondos a Boulevard Artigas. A mediados de aquel año se produjo el golpe de estado.
Había transcurrido un año desde la ruptura democrática, y trataba yo de entender las nuevas coordenadas del contexto. No era fácil a los 15 años. Eso me generaba gran incertidumbre. Ya no era lindo salir uniformado a la calle y recibir miradas de odio de algunas personas, o algunos intentos de agresión física, y frecuentemente insultos. ¡Tenía 15 años, y sólo perseguía un sueño forjado en otras circunstancias!
Estaba sentado en aquel banco de la Plaza de Armas, y tratando de imaginar las respuestas a mis preguntas. ¿Cómo me recibirá el año 2000? ¿Cuál será mi profesión, mi trabajo? ¿Cómo estará formada mi familia? ¿Cómo serán los edificios? ¿Serán los autos voladores? Y muchas preguntas más. Imaginaba con la influencia de los “Supersónicos” y mi propia fantasía.
El año dos mil llegó. Todo llega. Llegó y me encontró en un camino distinto, descubierta ya mi vocación docente y de comunicación. Pero ese mundo en el que me vi, no era tan distinto de aquel 1974 como suponía, por lo menos en los aspectos en los que había centrado mis proyecciones: las vestimentas siguen ciclos de moda, los automóviles avanzaron tecnológicamente pero ya la gente no los prefería tan potentes, sino más economizadores de combustible.
Los grandes cambios habían sucedido, o, mejor dicho, estaban en pleno proceso acelerado, pero en rubros en los que yo no había reparado.
Especialmente las comunicaciones, la televisión, los teléfonos, el fax, Internet, y con Internet el correo electrónico, los diarios digitales, los mensajes de texto, los celulares con cámara, y las computadoras… La única referencia de computadora que tenía era la de Batman en la Baticueva.
El siglo 21 es el siglo de las comunicaciones. Las noticias llegan por las redes sociales a todo el mundo y al instante, eventos en vivo pueden verse desde lugares antípodas, y las computadoras son cada vez más pequeñas y más potentes.
En 1977 ingresé a la Facultad de Ingeniería y la computadora era una IBM grande como una habitación, funcionaba a válvulas y trabajaba con un solo programa a la vez, que se cargaba en tarjetas perforadas. Yo aprendí computación en esos parámetros. Hoy mi celular tiene miles de veces más capacidad que aquella computadora, pero hasta el auto tiene computadora y me basta preguntarle por la fecha en que nació Artigas, y me responde correctamente.
¿Quién hubiera imaginado semejante tecnología? ¿Quién podrá imaginar la tecnología que nos espera en pocos años? ¿Qué electrodomésticos inventarán? ¿Qué nuevas formas de comunicarnos? ¿Qué objetos que hoy ni siquiera están pensados, llevaremos en el bolsillo?