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Alvaro Figueredo nació en Pan de Azúcar, el 6 de setiembre de 1907. En 1932 se recibió de Maestro de Educación Primaria. El 18 de Julio de 1935 se casó con Amalia Barla, maestra fernandina, y del matrimonio nacieron dos hijos: Alvaro Tell y Silvia Amalia.
Editó su primer libro de poesía en 1936: «Desvío de una estrella» . Del mismo año es el periódico literario «Mástil». Su segundo libro de poesía («Mundo a la Vez») apareció en 1956.
Fue Premiado en diversas oportunidades dentro y fuera del país.
Falleció en Pan de Azúcar el miércoles 19 de enero de 1966.
ÁLVARO FIGUEREDO
Maestro en la Escuela N°6
Profesor de Literatura en el liceo que hoy lleva su nombre.
escritor
ALVARO NUPCIAL
«Junto en mi voz un Alvaro y lo alejo
-hacha de miel- a darme el dulce gajo
donde pende el poema en que trabajo
mi eternidad con dócil entrecejo.
Junto en mi voz un Alvaro y lo dejo
-guija de miel- rodar, Alvaro abajo,
hasta la flor de Amalia en que agasajo
mi eternidad con amoroso espejo.
Si más poema que Alvaro, me escojo,
si más Amalia que Alvaro, me elijo,
junto en mi voz un Alvaro y lo empujo
hasta el celeste niño en que me alojo,
y vuelvo a hablar del término del hijo
mi eternidad con inocente lujo».
—–
“Memoria de mi calle” (1956)
“Hablo tan poco
buen día
cómo llueve
qué viento
que desgracia
o cada día cada noche un perro
comiendo el digo el te diré el decía
el hasta luego
el sí perdón vecina
y a veces tanto polvo
de automóvil
tan breve poco pájaro
o amable soledad
qué tarde linda
qué plateada
buen día
equivocado porque estoy tan bueno
porque todo esta ahí
como en la mano”.
—-
“Narciso enlutado”. 1947.
“Abro el umbral del Alvaro en que moro,
junto en mi voz el Alvaro que aspiro.
Doy un Alvaro al aire, si suspiro,
y arrojo al mar un Alvaro, si lloro.
Cae del cielo un Alvaro, si imploro,
nace en mi sombra un Alvaro si expiro,
y, Alvaro solo y sin razón, me miro
si Alvaro tanto, a solas, atesoro.
De Alvaro tanto, mas que dueño, avaro,
me voy llorando al Alvaro mas duro
para olvidar al Alvaro en que muero.
Mas sin quererlo, el Alvaro mas claro
le brindo el cáliz del Alvaro que apuro,
para escuchar los Alvaros que espero.”
—-
«Romance a Abel Martín”
“Hace mil años, un día
al pie del mar de un espejo,
me quedé muerto mirando la sinrazón de mi sueño.
Desde mi voz descendían
gaviotas de pecho negro,
y el mar estaba de pie
temeroso de mi aliento.
Se ahogaba un niño de miel
en su fulgor pasajero
y me lloraba el cristal
donde yo me estaba viendo.
Mi mar era un niño azul
vestido de terciopelo,
con dos ojos desvelados
mirando mis ojos ciegos.
Le pregunté quien vivía
del otro lado del viento,
y el mar se burló de mi,
con sus razones de espejo.
Así me encontré una vez,
con Alvaro Figueredo,
en un rincón de mi casa
un crepúsculo de invierno.
Mi sombra estaba detrás
de la pared del espejo,
y era el espejo un carruaje
llevándose un niño muerto.
Otra vez me puse a hablar
con Alvaro Figueredo.
era un miércoles amargo
y al pie del mar verdadero.
Un ancho toro de espuma
con las pezuñas de fuego,
iba quebrando el crepúsculo
donde yo me estaba viendo.
El mar estaba sin ojos
ese miércoles de enero
y se trenzaban la barba
con los olvidos del tiempo.
Yo estaba solo y miraba
al mar con ojos ajenos.
Mis ojos lloraban lentas
gaviotas de pecho negro.
De mar en mar se escuchaba
el llanto del campanero.
El mar estaba en el mar
y el mar estaba en mis sueños.
Le pregunté quién vivía
del otro lado del viento,
y el mar se burló del mar
como si fuera un espejo.
Los dos quedamos al pie
del mar que nunca sabremos:
Mi voz un poco mas fría
y el mar un poco mas negro.
El mar estaba dormido
soñando un miércoles muerto
Pero yo estaba soñando
durmiendo un miércoles ciego.
Ya nadie sabe quien soy
y en cuanto soy, solo veo
un mar que mira sin ver
las hojas de un mar eterno.
Si yo no fuera quién soy
Pensara que era un espejo”
Álvaro Figueredo
Libro «Poesía» de Álvaro Figueredo
1907 – 100 años de Alvaro Figueredo – 2007
El poeta Alvaro Figueredo nació en Pan de Azúcar el 6 de setiembre de 1907.
En 1932 obtuvo el título de Maestro de Enseñanza Primaria.
El 18 de Julio de 1935 se casó con Amalia Barla, maestra de la ciudad de San Fernando de Maldonado.
En 1936 editó su primer libro de poesía Desvío de una estrella, y el periódico literario Mástil.
Se le reconoce la iniciativa e impulso para la realización del 1er. Congreso de Escritores del Interior, realizado en 1938 en el Ateneo de Montevideo.
Colaboró durante años en la revista escolar El Grillo, editada por el Departamento de Publicaciones del Consejo de Enseñanza Primaria y Normal, trabajos recopilados en el volumen Estampas de nuestra tierra, bajo el título de Diario de Goyito.
En 1944 dio lectura ante la Piedra Alta de la Florida, a “su Canto a la Independencia Nacional”.-
En 1946 recitó en Colonia su “Oda a la Paz después de la Victoria”
También en 1946, su “Canto a Iberoamérica” fue distinguido con Mención Especial en los “Juegos Florales de México”.
Su segundo libro de poesía Mundo a la vez apareció en el año 1956.
En 1964 fue designado miembro correspondiente a la Academia de Letras del Uruguay.
Falleció en su casa de Pan de Azúcar en la tardecita del miércoles 19 de enero de 1966.
(extraído de la Biografía del libro Poesía)
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La ciudad de Pan de Azúcar guarda un eterno reconocimiento al docente y al poeta. Un busto en la plaza 19 de abril, su nombre en una calle, el el Liceo, en un Museo y Casa de la Cultura. Sus ex alumnos repiten su nombre con elogios al gran profesor. lectores del mundo admiran sus poemas… Y una voz conocida, fuera de tiempo, recorre cada vereda con aquel «Pueblo mío, profundamente mío»
Liceo Álvaro Figueredo
Museo Álvaro Figueredo
ALVARO DICE
A la memoria del gran poeta pandeazuquense Álvaro Figueredo
Mary Lagresa Bertrand (poeta autora de este bello poema)
La celeste heredad su mano lleva
A intocable lugar que acaso dijo
Y al pie de la escalera le pregunto
Por el labio creciendo a cielo fijo;
Por el clavo de sangre estremeciéndose
Por la piedra y el ay del triste-triste
Por la flor y un apóstol deshojándose
Por el pan y un silencio que no existe;
Al pie de la escalera le pregunto
Por la voz que se escucha indoblegada
Por la pátina el velo de la esfinge
Los veranos que gritan y las lágrimas;
Por el pálido beso por el río
Diecinueve de enero en la muralla
Repentino de ingrávida ternura
Tierno de repentina campanada;
Al pie de la escalera le pregunto
Por la góndola el palco y la manzana
La teatral dimensión la lluvia leve
La tentación la rosa atribulada;
Un tanto así de viento sobre el mundo
La soledad los hombres de la fábrica
Las nueve sin final y el pasadizo
Cuando llora la Sierra de las Ánimas;
Desde el laurel temible le pregunto
Por la rótula el cirio y la ventana
Las muchachas de miel y de jacinto
Alvarísimamente sollozadas;
Al pie de la escalera le pregunto
Por las cosas que había en su mirada
Y él las vuelve a decir inmensamente
Y de otrísimas luces se levanta.
Mary Lagresa Bertrand
Alvaro Figueredo fue, antes que nada, un habitante de Pan de Azúcar y frecuentemente de Punta Colorada. Nacido en la ciudad que fundó, entre otros, su abuelo materno, profesó un gran cariño por sus calles y su plaza, por sus niños y adolescentes.
“Pueblo Mío, profundamente mío…” (La Canción de mi Pueblo Azul) pinta con claridad ese sentimiento veinteañero, que evolucionado, sazonado con los años y la madurez espiritual, reaparece en el discurso leído ante su gente el día en que Pan de Azúcar fue declarada Ciudad en 1961.
Poeta no fue su profesión, sino su naturaleza. El “ABC del Gallito Verde” conjuga esa esencia escritora con el amor por los escolares, y testimonios de sus alumnos reflejan la autoridad natural de su sabia presencia en el aula.
Alvaro Figueredo es también recordado por sus magistrales clases de Literatura en Educación Secundaria. Dueño de una valiosa biblioteca y de sus mensajes, Alvaro fue catedrático cuyos apuntes podían ser utilizados a niveles universitarios.
Apático, poco comunicativo, tal vez introvertido o tímido en su relación diaria con los vecinos, abría su cuota de expresividad cuando la pluma jugaba sin barreras, casi surrealista, sobre el papel.
Amante de la libertad, consecuente con su tiempo generacional en los mensajes de contenido latinoamericano, comprometido con su tarea docente, pero más con circunstanciales olas de inspiración… Solía recluirse en geniales paréntesis creativos, de los que surgió un legado del que poco existe publicado, y en el que habrá que bucear años para rescatar, seguramente, muchos libros más.
Alberto Vaccaro
ÁLVARO FIGUEREDO
Tío de Ricardo Leonel Figueredo