paisajes superpuestos

Difícil caminar por las calles de mi pueblo, sin golpearse contra las ausencias marcadas en mi paisaje.

Difícil recorrer el caserío con la memoria, y andar por las veredas, sin caer en los pozos que surgen entre los tiempos.

Además, desde mi infancia hasta hoy, un hojaldre de años intermedios vio crecer, transformar y destruirse sueños, emprendimientos, propuestas… Que cayeron como hojas caducas del otoño.

Entonces, busco en la esquina el Restaurante de Ruben Serrón, paso por la Carnicería del Clota, o si quieres la de Humberto Núñez, Baldo saliendo de su casa en su Toyota Hilux, Leoncio, o por un tiempo el local del BPS, o el supermercado de Alcorta. Doy vuelta a la plaza y paso por el Bar la Cueva, la florería que en una época tuvieron Ana y Leticia, la vieja casa de Vicente Rodríguez, donde conocí a Santiago y a Rosario. El local de remates de Pimienta, antes el comercio de Parodi, la barraca de Cantera Adrados, la tienda Super Markets, en la esquina la Farmacia Olaza, el supermercado de TUVI, Tienda Villalba, El Banco de Seguros, Casa Alberto, en frente el Apagón Silva y el Sólvox Radio, la tienda Tuvi, Ciro Quijano, la mueblería de Montes de Oca y antes de Surroca, por un tiempo agencia de Microtur. La Central telefónica a clavijas, La tienda Bella, el Bar Avenida, la ONDA, el almacén de Eguren, la papelería de Amengual, la farmacia de Menafra y después del Boca Llanes, las fotos de Tito Fernández Chávez,  el minimercado de Molina, la peluquería del “Fígaro Sosa”, la empresa del flaco Villalba Echenique, Becco, El Portugués, La Valenciana, el Banco Pan de Azúcar,  la tienda de Washington Quintela, el Bar El Chelo, la Fábrica de Pastas, la relojería y joyería de Velázquez, el Correo, la Carnicería de Tejera, la Farmacia Juan Carlos, la Carnicería de los Barbachán, el comercio de Hugo Díaz, el Bar de Robertito Blois, Antonio Martínez con sus fotos y la boutique de Aurora, la pandería La Balear,  Freire, Tuvi, la contaduría de Alcorta, el bazar de Baliñas, Joyería Gamma, el consultorio odontológico de Silvina y antes de su madre, el viejo Liceo en calle Ituzaingó, la casa de fotos de Figuera.

Y sigo por Ituzaingó, paso por la gomería Pemar y el salón de Moyano, después Naelmi y Celymar,  Raúl González en la relojería, la Escuela Maternal, el Escribano Romero, la Dra. Norma Sierra, antes la casa de Edard Bonilla, el Nené Hernández, Zacarías, Rosita, el Colegio San José, Demóstenes Pucheta, Trujillo, la casa materna de Domingo, Barbarita, Perdomo, y llegué de nuevo a la casa de Baldo.

También suelo pasar por el viejo telégrafo, la vieja ONDA en Rincón y Olivera, el Nene Barbachán, el comercio de Alonso y después allí la DGI, la zapería de Rocha, la barraca de Varón Cuadrado, la casa de Piegas, el Hotel de Núñez, la repuestería de Razquín, el Parador de Velázquez, la Ford (en la ANCAP),

El Almacén de Seippa, la herrería de Susías, la bicicletería de Melo, las panaderías de Abbadie y de Bonet, la verdulería de “La Escoba” de León en la esquina de Artigas y Rivera, la Carnicería de Suárez, ¡y cuántos más!

Cerca de mi casa el Dr. Accinelli, Falla, Mansilla y Morris y en otro tiempo el BPS, la Barraca de Bonilla, las agencias de ómnibus que habían copado la calle principal de la Ciudad.

En las capas intermedias de la historia, estuvieron Griman, Centro Eléctrico, Cabral y alguno más.

Camino por las veredas de las calles conocidas, del área que más recorrí en mi infancia y en los tiempos sucesivos, las mutaciones son permanentes y las ausencias, lo aseguro, dolorosas.

Y ni te cuento si hablo de personas… De amigos y personajes emblemáticos, de comerciantes que dejaron su propia historia.

Noticia del Municipio de Pan de Azúcar

Autoridades de la IDM y alcalde de Pan de Azúcar acompañaron a Cardoso en su visita a la Zona Oeste de Maldonado
En la oportunidad, recorrieron la Chacra “La Anyta” con su propuesta de producción de aceite, visitas guiadas y alojamiento, además de Nueva Carrara, Pozos Azules y el Parador Las Ánimas que se destaca por la oferta de su restaurante y los paseos guiados que se pueden disfrutar a pie, en bicicleta o mediante cabalgatas.

En ese marco, el alcalde de Pan de Azúcar, Alejandro Echavarría, ofició de anfitrión de este encuentro que contó con la presencia del ministro de Turismo, Germán Cardoso, el director general de Turismo de la Intendencia de Maldonado, Martín Laventure, y la subdirectora de esa Área, Melina Bentancur, entre otros integrantes de los equipos técnicos.

Echaverría resaltó la importancia de que se ponga “foco” esa zona porque “nosotros pretendemos ser parte del turismo e integrarnos a los circuitos”. Todos estos lugares «son dignos de destacar y apoyar para que sean un atractivo del departamento de Maldonado”.

En esa línea, “nosotros apuntamos a ser otro foco turístico fundamentalmente de todo el año y estamos preparando para esta temporada varios proyectos dentro de la zona de Nueva Carrara y la ciudad de Pan de Azúcar».

Por otra parte, Laventure indicó que el Municipio de Pan de Azúcar “está tratando de insertarse en el circuito turístico y complementar lo que nosotros ya teníamos previsto”. Destacó que “cuando va creciendo la producción, también va creciendo la oferta turística como es el caso del olivo, los viñedos, la miel y todo lo que tiene que ver con insumos o productos que ayudan a consolidarnos como destino gastronómico”.

Cardoso subrayó “las bellezas naturales” que tiene el departamento de Maldonado, particularmente Pan de Azúcar con sus “interesantísimas reservas y riquezas que de pronto pasan desapercibidas porque cuando uno imagina el concepto de desarrollo turístico en la Zona Oeste, obviamente primero pensamos en Piriápolis con sus balnearios y su zona de influencia pero también hay un circuito serrano de emprendimientos agro-turísitcos, eco turismo y turismo de campo para disfrutar”.

El ministro hizo hincapié en los olivares y las almaceras, al tiempo que destacó el potencial de Nueva Carrara y el parador ubicado en la Sierra de las Ánimas “que estamos decididamente a estimular porque le agregan valor a la oferta del destino y fundamentalmente generan desarrollo y estabilidad para promover el turismo durante los doce meses del año ya que no dependen estrictamente del producto Sol y Playa”.

Las autoridades destacaron que quedó pendiente visitar otros emprendimientos como Chacra La Pampa, La Casa de la abuela y Los Helados de Angelito que “seguramente serán visitados antes de la próxima temporada”.

Por último, Cardoso indicó que la visita “forma parte de los procesos de reconversión del turismo en los diferentes puntos geográficos del Uruguay”, mientras que la zona del Municipio de Pan de Azúcar «es el fiel reflejo de que hay un cambio en la matriz”.

Predicciones

Se puede tener recuerdos de momentos vividos, de objetos, canciones, charlas. Pero tengo también recuerdos de pensamientos, de mis dudas, de mis preocupaciones.

Uno de los ejemplos sucedió una tarde, sentado en un banco en la Plaza de Armas del Liceo Militar General Artigas, en Montevideo, allá por 1974.

Era un momento de soledad y me puse a pensar cómo sería la vida por el año 2000. Yo tenía 15 años y faltaban 26 años, toda una eternidad desde la perspectiva de un adolescente.

Yo había elegido la carrera militar e ingresé al Liceo General Artigas en 1973, cuando estaba todavía en Avenida Garibaldi con fondos a Boulevard Artigas. A mediados de aquel año se produjo el golpe de estado.

Había transcurrido un año desde la ruptura democrática, y trataba yo de entender las nuevas coordenadas del contexto. No era fácil a los 15 años. Eso me generaba gran incertidumbre. Ya no era lindo salir uniformado a la calle y recibir miradas de odio de algunas personas, o algunos intentos de agresión física, y frecuentemente insultos. ¡Tenía 15 años, y sólo perseguía un sueño forjado en otras circunstancias!

Estaba sentado en aquel banco de la Plaza de Armas, y tratando de imaginar las respuestas a mis preguntas. ¿Cómo me recibirá el año 2000? ¿Cuál será mi profesión, mi trabajo? ¿Cómo estará formada mi familia? ¿Cómo serán los edificios? ¿Serán los autos voladores? Y muchas preguntas más. Imaginaba con la influencia de los “Supersónicos” y mi propia fantasía.

El año dos mil llegó. Todo llega. Llegó y me encontró en un camino distinto, descubierta ya mi vocación docente y de comunicación. Pero ese mundo en el que me vi, no era tan distinto de aquel 1974 como suponía, por lo menos en los aspectos en los que había centrado mis proyecciones: las vestimentas siguen ciclos de moda, los automóviles avanzaron tecnológicamente pero ya la gente no los prefería tan potentes, sino más economizadores de combustible.

Los grandes cambios habían sucedido, o, mejor dicho, estaban en pleno proceso acelerado, pero en rubros en los que yo no había reparado.

Especialmente las comunicaciones, la televisión, los teléfonos, el fax, Internet, y con Internet el correo electrónico, los diarios digitales, los mensajes de texto, los celulares con cámara, y las computadoras… La única referencia de computadora que tenía era la de Batman en la Baticueva.

El siglo 21 es el siglo de las comunicaciones. Las noticias llegan por las redes sociales a todo el mundo y al instante, eventos en vivo pueden verse desde lugares antípodas, y las computadoras son cada vez más pequeñas y más potentes.

En 1977 ingresé a la Facultad de Ingeniería y la computadora era una IBM grande como una habitación, funcionaba a válvulas y trabajaba con un solo programa a la vez, que se cargaba en tarjetas perforadas. Yo aprendí computación en esos parámetros. Hoy mi celular tiene miles de veces más capacidad que aquella computadora, pero hasta el auto tiene computadora y me basta preguntarle por la fecha en que nació Artigas, y me responde correctamente.

¿Quién hubiera imaginado semejante tecnología? ¿Quién podrá imaginar la tecnología que nos espera en pocos años? ¿Qué electrodomésticos inventarán? ¿Qué nuevas formas de comunicarnos? ¿Qué objetos que hoy ni siquiera están pensados, llevaremos en el bolsillo?

Un quinielero con estilo (de esos personajes que quedan pocos en el pueblo)

Heriberto Núñez está sentado en el escaloncito de una puerta, con su computadora de la agencia de quinielas en una mano, y un refuerzo de fiambre en la otra. Cuando me ve, me grita: “¿Vas a comprar la Radio?”

Es la invitación habitual para que me acerque y juegue una tómbola o un “5 de Oro”.

“Si tiene uno que salga, juego, porque no hemos andado muy bien desde hace un tiempo” –le digo- y Heriberto, ya preparando la maquinita de la suerte (no dije buena) me recuerda que si sale el 5 de Oro podré comprar la Radio. Le canto los números, y mientras imprime la tirita y me da el cambio, me cuenta algo de actualidad: “¿viste el tipo aquel, que le robó a Fulano?” “está brava la cosa…”

Yo lo recuerdo a Heriberto Núñez desde cuando vendía diarios, y salía de lo de Falvo (¿O todavía era Amengual?) cargado con muchos kilogramos de papel. Él tenía sus clientes, pero, además, se conocía los números de las chapas matrícula de todos los autos del pueblo. “¿Le vas a jugar al 328? Te decía. Esas eran las últimas tres cifras de la chapa de tu auto, pero ni te acordabas. ¡Qué memoria prodigiosa!

Recuerdo que, si algún día se enojaba contigo, te retiraba el saludo por un tiempo. Conmigo nunca se enojó hasta ese punto, y he tenido la suerte de charlar con él muy seguido. Siempre le prometo que, si sale ganadora mi jugada, lo voy a buscar, compro la Radio, y lo pongo de gerente… Entonces reímos unos segundos y me voy, porque ya le está haciendo una tómbola a otro cliente.

Alberto Vaccaro, 13 de julio de 2021

amor de niños

El niño estaba enamorado de una de sus compañeras de clase. Era un amor puro y ella no debía saberlo. Él la miraba, soñaba con ella, con darle la mano, con compartir el tiempo y el espacio sin otros pensamientos. Luego, en las hojas sueltas de su cuaderno, le escribía poemas. Nada más. Nada para confesar ni declarar, ninguna intención de pasar a un estado diferente de situación. Sólo le escribía cosas que nunca le diría. Ellos eran amigos, conversaban del estudio, y los versos del cuaderno eran casi de un mundo paralelo, de esas sensaciones nuevas que ni siquiera comprendía, de lo que le hacían sentir sus ojos, de cuánto le gustaba su compañía. Palabras que debían estar ocultas, para que el mundo de la clase siguiera su camino, y aquella amistad de niños se mantuviera impoluta.

Era un amor puro y perfectamente soportable, lejos de otras perspectivas.

Pero en un recreo, uno de esos compañeros bromistas, y entrometido, tomó sin permiso la hoja con una poesía, dedicada, y escrita con letra prolija… y se la llevó a la niña.

En el patio, hubo un revuelo de voces y murmullos, un hueco en la multitud en el que ella, con el papel en la mano, lo miraba seria. Él se sintió aturdido, nunca hubiera esperado esa traición, ese momento… y con las mejillas de fuego se acercó a escuchar sus palabras: “somos aún muy chicos, quizás más adelante”.

El protagonista de la historia, que no pudo pronunciar una palabra, que no había hecho ninguna propuesta ni invitación, quedó paralizado en el cerco humano, y con el rubor exagerado que le quemaba, callado, se fue a su salón. Fue como si un sueño de cristal se rompiera en mil pedazos… Para siempre.

Te escribo a tí

Te escribo a ti, que me miras con ojos grandes de fuego, mientras exhibes tu cabello largo, y negro.

A ti, que llevas un vestido azul hasta el al tobillo, y lentejuelas, que la noche confunde con estrellas… La silueta marcada por la tela, y la sonrisa fatal que me enamora.

A ti, que bailas sola sobre la espuma de las olas, te paras frente a mí, brazos abiertos… y entre secretos, te esfumas del paisaje de mis letras.

Te escribo a ti, que me recitas versos nuevos al oído, con voz sensual, aliento tibio y humedad en las pupilas…

…Pentagrama de un himno, que te vas apagando en el silencio de la noche, mientras escribo.

A ti, que apareces como un sueño, y me dejas, como un beso en la mejilla, la rima del mar sobre la orilla, la voz del viento, el rayo de plata de la Luna en el poniente.

Dama sin nombre, que te pareces a algún recuerdo recurrente, a alguna ilusión de amor, o una bonita fantasía de un tiempo que pasó.

reflejos de soledad

Estoy en el extremo oriental de una playa, sentado en una roca, con el susurro de las olas para llenar el silencio. Ha llegado la noche y las estrellas marcan puentes de luz desde lo desconocido hasta mis ojos.

La Cruz del Sur, el Centauro… las olas moderadas que descansan en la orilla, y yo, sentado en esta roca, tibia todavía, pese al aire marino, fresco y salado.

Ha llegado la noche y los recuerdos del día sobrevuelan mi cabeza. Estás conmigo, mirando la misma estrella, y estoy solo, abrumado por las distancias enormes del gran desierto.

Estás conmigo, de la mano… Y estoy exageradamente solo en el intermedio oscuro de la arena al cielo. Es que no estás, te fuiste, o esta noche no llegaste a acompañarme como aquella vez, hace tantos años. La tibieza de tu piel se siente en la memoria, el silencio compartido, el abrazo más intenso que el aire frío del ocaso. La sensación está conmigo, como un sueño vivo, sin preguntas ni promesas… Son innecesarias las palabras, sólo vale la proximidad llena de paz, de ilusión, que me acompaña en noches como esta. Sirio, Canopus, y las estrellas de Orión… Luces titilantes que me vienen a tocar, aunque no las sienta. Los brazos fríos, las manos apoyadas en la piedra, los ojos buscando imágenes en una dimensión que no es tangible.

A veces me siento solo, aunque esté en la multitud, y a veces me acompañas, pese a la pronunciada soledad.

Hay brillos de luces lejanas en el espejo del mar, fluorescencias apenas perceptibles en la costa, humedad en la arena, y comienzo a caminar sin mirar atrás, sin confesar por qué, sin pensar a dónde…  sin preguntarme si estás.

Alberto Vaccaro, 3 de julio de 2021

Casi en el olvido

Ha pasado mucho tiempo desde aquellos años de escuela… y decidí escribirte, aunque no me acuerde bien ni cómo te llamas… O si me acuerdo, no diré tu nombre.

Ha pasado mucho tiempo desde aquella vez que entre juegos te tomé de la mano, y nos sentamos callados a mirarnos.

Tú esperabas que yo dijera algo, una palabra clave, un mensaje directo, un “te quiero…” Pero no lo dije.

Y entonces, con cara de desilusión, cuando terminó el recreo, sonó el timbre y te fuiste casi llorando, porque creíste que no me importabas… Porque sentiste que aquella ilusión se derrumbaba. Porque no entendiste por qué yo estaba contigo, te miraba, acompañaba tus juegos, te defendía, te ayudaba, pero no te hablaba de sentimientos.

No supe explicarte. No supe decirte lo linda que estabas, cuánto me gustaba estar contigo, cuánto bien quería para ti.

No supe explicarte que éramos niños… Que la vida recién comenzaba, que había por delante muchos caminos y quizás no fueran los mismos los tuyos que los míos.

No supe decirte que no era tiempo de amores formales, ni de promesas que quién sabe, si más tarde podría cumplir.

Yo quería disfrutar tu compañía, quererte como te estaba queriendo, pero sin lastimarte, sin fabricarte ilusiones, sin fabricarme ilusiones, en una edad tan temprana.

Si alguna vez, más grandes, te encontrara, y seguíamos viéndonos de la misma manera, quizás podríamos comenzar, con otra perspectiva.

Ha pasado mucho tiempo y siento que quedé debiendo algún beso, que reprimí; algunas palabras que no me salieron, esta explicación que hoy te escribo por si la lees.

Ya no sé quién eres, ni tú sabes quién soy. Hubo un patio de recreos, un tiempo hermoso de la infancia, una mutua simpatía entre niños… y una ausencia compartida muchos años, casi hasta el olvido. Casi…

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Alberto Vaccaro, 25 de junio de 2021

Cañones en el alma

Los cañones están en mi alma, y disparan recuerdos. Los días tienen cientos de enlaces, que apenas suceden, lanzan alguno de los ansiosos morteros. Entonces una película del pasado reaparece en mi vida, me lleva a vivir aquellos momentos preciados, o no tanto, pero que marcaron cicatrices en lo más profundo de mi ser.

La mecha está siempre lista, y la bala salta con prontitud hacia el espacio de mis sueños, hacia el cruce de tiempos, hacia un cielo que tiene en cada estrella una ilusión.

Los cañones están en mi alma y disparan recuerdos. Una cara conocida me lleva a un estante de la memoria, a un episodio del pasado. Un campito de fútbol, un cartel comercial, una vieja revista. La lista es infinita. Tengo el alma poblada de links que accionan eventos aparentemente dormidos, pero que regresan coloridos por los años y por mis sentimientos, se adueñan de la pantalla por un instante, siento que viajo por un mar de remembranzas placenteras, y algunas dolorosas.

Un auto, una casa, una foto. El local de un viejo comercio, un rincón de la plaza, un pasadizo del parque. A veces una increíble combinación de ideas, una palabra, un libro, la escena de una película. Y tengo ganas de cruzar las barreras del tiempo, para regresar a aquella etapa que ha regresado con fuerza. Pero no sería por siempre, porque atesoro a todas mis nostalgias. Desde esta oficina del alma accedo a cada una, a su tiempo.

…Si, en definitiva, lo más gratificante de la vida es la siembra de recuerdos, inscripciones en los árboles del camino, huellas por doquier, tatuajes en el alma.

Alberto Vaccaro, 24 de junio de 2021

Un poema sin palabras

 

 

Viene cantando el viento desde el horizonte, su queja triste, su lamento de flauta monocorde, y atraviesa llorando los cables y las ramas, sacude las ventanas, lastima el alma su gemido.

La lluvia le hace coro de notas grises.

¿De dónde viene su mensaje?

Es una voz que arrastra en el aire frío un poema sin palabras, de allá del río, de allá del bosque… Una emoción sin rimas, un sentimiento incomprendido.

Un alarido que cruza la dimensión del tiempo, acuna a la noche, despierta al sueño, y me adormece.

 

Alberto Vaccaro, 23 de junio de 2021