Personajes de mi infancia 01

Ortúsar vivía en el repecho de la vieja ruta 9, camino al 110. Armaba radios transistorizadas en una valijita de plástico. En mi casa hubo una de color celeste.

Alfredo manejaba un tractor que llevaba en el remolque, un tanque grande. Iba al arroyo y cargaba con agua, y subía el repecho hasta la casa que está a la izquierda, frente al camino que sale hacia km 110, o frente al Rancho.

Ávila vivía cerca de la fábrica de autos y era aguatero. Con su carro tirado por caballos dejaba en casa de mi abuelo lleno un tanque de 200 litros, que estaba debajo de unos arbustos.

Rafael era un peluquero a domicilio. Llegaba cada tanto y se armaba una peluquería en el patio. Me da vergüenza cuando recuerdo que, cuando tenía tal vez 5 años, me insistieron con la pregunta de si me gustaba más cómo me cortaba el pelo Rafael, o el Portugués. No quise responder delante de él, pero me forzaron, y dije “El Portugués”, porque tenía maquinitas eléctricas. Las de Rafael funcionaban a mano.

Había un señor De León, pero no recuerdo el nombre, que venía quesos caseros y los transportaba en un carro tirado por caballos. Eran habituales aquellos carros, todos de madera, con una tabla para sentarse, ruedas grandes de madera con cubierta de metal, y un andar que copiaba la cadencia del equino.

Un carnicero traía pedidos en una bicicleta que tenía un gran canasto y la rueda delantera chiquita. Siempre lo acompañaba un perro y una vez que este se peleó con el perro de casa, fue la última vez que vino.

Había varias personas, entre ellos hoteleros de Piriápolis, que llegaban a comprar huevos del gallinero de mi abuelo. También vendía gallinas, que atrapaba con un gancho de hierro en una pata. Después le tiraba el cuello y las dejaba un rato colgando de un alambrado, mientras hacía las cuentas con el comprador.

Yo ayudaba a mi abuelo a juntar huevos. En el gallinero había una malla de alambre como plano inclinado, donde dormían las gallinas y el estiércol que quedaba debajo, era usado como fertilizante.

Las gallinas entraban a poner en unas casitas de madera llenas de aserrín, y yo metía la mano por debajo de las gallinas para retirar los huevos calentitos. Los iba colocando con suavidad en una canasta, y los llevaba. Había que ordenarlos en cajones con bandejas moldeadas de cartón. Cada tanto había un gran alboroto, y era porque un lagarto se había metido en el gallinero. Dejaban las cáscaras armadas, con un agujerito, y vacías. Mi abuelo los mataba con la escopeta.

Mi abuelo se levantaba muy temprano a ordeñar. Llevaba los baldes, un jarro de lata y un banquito de una sola pata. Sacaba directo al jarro y de allí, muy espumosa, la leche iba al balde. Tenía siempre dos o tres vacas holandesas, y terneros. Cuando venía los terneros, dividía el dinero entre mi hermana y yo.

Después de hervir la leche en un hervidor de aluminio, ponía medio litro en un jarro de lata y lo dejaba en la cocina de mi casa para mi desayuno, porque yo era el primero en levantarse.

En el taller de mi padre trabajaron, en diferentes tiempos, los hermanos Alfonzo, Juan Lemos, Luis Palma, Guzmán González (El Tábano), Alcides Ballesteros, Raúl (El Tero) López, Acosta, y eventualmente otros, como el chapista Pereira. También yo en períodos de vacaciones o por alguna necesidad especial.

La gran mayoría de los clientes eran los mismos que acudían con cierta frecuencia, y yo los conocía por los autos.

Antes de aprender a leer, me había aprendido los nombres de los departamentos y la ubicación en el mapa del Uruguay. Mi padre solía llevarme a hacer demostraciones para sus amigos.

Yo no tenía vocación de mecánico, ni mucha habilidad con las herramientas, pero sí era bueno para saber la falla de los motores, a oído.

Hilario y El Chiche Cuadrado, (nunca supe bien cuál era uno y cuál el otro) hacían changas por una damajuana de vino. Después los encontraban en alguna cuneta, y en el pasto. Cuando había helada, siempre había una separación de unos 15 cm del cuerpo de ellos, que se acurrucaban y dormían de todos modos.

Con Piringo Bonilla bromeábamos de Peñarol y Nacional. Si el clásico lo ganaba Peñarol, Piringo pasaba en su Zanellita mirando para el cerro. Si ganaba Nacional llegaba, y yo, si podía, me escondía en el altillo.

Recuerdo muchos personajes, pero dejo más para otra noche!

Añoranza de nombres

Grito nombres, y el eco del cerro me los devuelve convertidos en silencio.
No caben tantos recuerdos en este artículo, los escribo de a poco, enfoco la vista en cierta época de mi pueblo y mis vivencias, que quizás no son los mismos que los tuyos, o siguen la lógica de cruces eventuales… Pero de todos tienes referencias.
Grito nombres, y las veredas me devuelven listas nuevas de habitantes, gente que reside en la ciudad, pero no todos llevan en la sangre una historia de familia asociada al terruño.
Yo no creo en que sólo los nativos pueden amar al pueblo, hay hijos adoptivos que eligieron este caserío en la colina frente al cerro, y los pies en la costa del arroyo del mismo nombre.
Pero Pan de Azúcar tuvo, no importa el lugar de nacimiento, personajes, referentes, gente cuyos átomos eran los mismos de Pan de Azúcar, y pasearon la idiosincrasia pueblerina por aquí y por allá.
Si te los nombro los recuerdas, y seguramente agregues otros.
Pero hablo de MIS RECUERDOS, y sin duda dejaré sin nombrar a muchos.
Gente con la que solía interactuar, muchos de los que están todavía en el vecindario, y otros que se fueron, lamentablemente.
El “Maestro Chino”, Piringo Bonilla, Marita de Blois, Domingo Piegas Oliú, Antonio Uranga y su esposa Teresa Fiordelmondo.
Raúl Barbarita, Alito Báez, Washington Quintela, las hermanas Yolanda y Nelly Luissi y Liber Plada.
Carlos Villalba en la tienda, Amalia Quintela con el teatro, Cacho Fernández con camisas floreadas y portafolio, Arturo Llanes, con Guillermo y Chamaco en la farmacia.
Walter Razquín y Carlitos Pimienta, con los repuestos.
El Viejo Marrero en la IAPA, Roberto Cuadrado me vendía el diario, Emilio y José Falvo.
El Dr. Andrés Accinelli, la legión de los Tuvi, Ruben Serrón en su restaurante en varios locales, Pedro Castellanos y a Edgard Bonilla en el Banco
Wilson Pimienta rematador, y gran imitador. Además, mi Padrino de bautismo.
Víctor Mónaco, Felipe Gómez y el “Negro Cadera” con la grúa, en la Chevrolet.
Bebe Fontes, a Ravena, Carlitos “Cerro mocho”, “Toscano” Píriz y Orges en la Ford y Ancap-.
En el Liceo, Palmira Delgado, Betty Gutiérrez, Heber González Mederos, Doris, Cecilia, Adán Pedroso, Irigoyen, Torres, Baldo, Lourdes, Rosa Alberto, Isabel Rodríguez Lima, Selva, Mansilla, Lía Fernández, Beba Schiavonne, Sonia, entre otros.
Las primeras muelas, me las sacó el Dr. Eduardo Becco
Alfredo Moyano y su padre me vendían y cambiaban revistas
Rutilo Serrón era un gran asador, muchas veces le llevé relojes a Raúl González.
El pelo me lo cortaba el Portugués, entre trofeos y bicicletas de su hermano.
La foto carnet en lo de Antonio Martínez.
Eguren, Nené Hernández, “la Escoba” de León…
Álvaro Bravo. Agustín Cuadrado. El Pato Freire. El Corrompo.
Plácido De León me vendía pintura a la barraca.
Ricardo Sánchez en el taller de mi padre, con una camioneta Indio, o en el Bar Avenida.
Una compra y charla en la barraca de Varón Cuadrado.
Gustavo Núñez padre, era muy camarada de mi abuelo Juan Ángel Pereira.
Con Gustavito Núñez en el Albion.
Martirena y el Nene Barbachán, en sus carnicerías. Le llevaba la bicicleta a Melo, la moto a Gerardo Blanco, y el auto muchas veces a Pígola.
Walter Hernández (El Nariz) es un gran amigo del fútbol, pero entrenaba corriendo de vereda a vereda con el camión que recogía residuos.
El carpintero Montes de Oca, y el Buby Sánchez, el tornero Blanco, el electricista Elmir Rodríguez, Velázquez al frente de su parador.
Hugo Díaz casi en la esquina de Rincón y Rivera, anzuelos, plomadas y boyas. Después los ómnibus.
Fui vecino comercial de BERCAN, donde estaba Bertolami, su Señora y Cancela, en lo de Mansilla y Morris estaban el Pocho Barbachán y Luissi, y en el Banco Pan de Azúcar Rótulo, “el Cámara” Acosta, Casanova, Lazo, Fernando Barbachán, y alguno más.
Adalberto Galetto y su hermana en Joyería Gamma, Baliña y su señora en el Bazar, Dora en la central telefónica, la voz de Araújo por las noches en el tubo, Rebello en el Albion, Ferreiro en la Comisaría, Brenda Castro en la Junta Local.
Chiche e Hilario Cuadrado.
Carlitos Rodríguez con el ómnibus Ford azul que hacía la línea a Nueva Carrara.
La Maestra Laura. Mi tío Jun con el camión cargado de piedra.
Camejo de pocho, de a caballo
El Italiano Cuadrado.
Ciro Quijano en la Ose y en su peluquería.
Arturo Rocha en su taller frente al local actual del Correo.
Abbadie, Bonet. El Apagón, Fredy y Conrado Distler, el Charca, el Padre Isabelino Pérez, Botaro, Beltrán entre las rosas, el Fanta, Eduardo Ornella, el Nene González, Groposso, Oscar Alonzo, Alfonso y Genaro Denis, el Gitano y el Ciego, Maguna, Domingo Rodríguez, Ruben Echavarría, Tomás Ruiz, Robertito Blois en su bar. El Bólido, Moreira en la parrillada, Antonio Calo, Rodolfo, Don Bruno, Guzmán González (el Tábano), el Tero López…
¿Cuántos faltan? Cientos. Los busco por las calles, y encuentro sus nombres, sus roles en la película del pueblo. Como dije, algunos siguen habitando la ciudad. Otros ya no. Y hay nombres que se me escapan esta noche, pero vendrán mañana.
(además de los que tú recuerdas, hay muchos otros en mi memoria)

Lo sustantivo

Luna menguante y noche oscura… Pero no sacaré el telescopio para ver a Júpiter y Saturno con mis alumnos.

El Liceo que inauguré sigue donde está, pero fui separado de él por la lógica de los años.

Ya sé que lo mismo pasó a muchos otros, y ya no están Teresita Surroca, González Mederos Noldi Batista, Irigoyen, Walter Torres, Cecilia, Adán, Doris, Sonia… Ya no está Maribel.

Jesús Suárez, Eduardo Ornella, Robert Gianola, Enrique Marrero, el Maestro Hugo Torres, Palmira Delgado, Betty Gutiérrez, Selva Parga, Lourdes Ontaneda, Isabel Rodríguez Lima, y tantos otros.

Llevó mucho tiempo conseguir un telescopio, y otro más potente, y un salón de Astronomía, y un camino de miradas en las estrellas…

Hubo citas con eclipses, con cometas, con momentos especiales de la Luna y los planetas… pero lo importante no era el puerto, sino los veleros blancos que se preparaban para navegar la vida.

Los extraño a ellos, a esa misión elegida, a ese templo que tanto amé…

Y aunque puedo, solo, en mi casa, disfrutar a placer de los astros, con mi propio telescopio, y lo hago de vez en cuando, la observación tiene el sabor vacío de no poder compartirlo, no ver aquellos rostros iluminados por la sorpresa, y el lente se vuelve, no sé si desabrido o carente del más noble sentido.

Alberto Vaccaro, 29 de julio de 2021

Noticias del Municipio de Pan de Azúcar

FIGM financiará los miradores de Nueva Carrara

La coordinadora del Área Descentralización y Cohesión Social de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) de Presidencia de la República María De Lima, avanzó con el Municipio de Pan de Azúcar sobre el destino de la asistencia del Fondo de Incentivo a la Gestión Municipal (FIGM) asignado a ese gobierno local.

Pan de Azúcar escogió encauzar su partida para la construcción de los «Miradores» de Canteras de Nueva Carrara.

Previamente De Lima se reunió con el intendente de Maldonado, Enrique Antía ante los 19 proyectos presentados por los ocho municipios del departamento en sus Planes Operativos Anuales (POA), que se financiarán con $27.032.239 provenientes del FIGM.

Impulso

De esta manera se concreta una idea promovida por la Intendencia de Maldonado con apoyo del gobierno local, para ordenar y potenciar el incipiente interés que llevaba a muchos uruguayos al predio de la Compañía Nacional de Cementos (CNC) en la zona de Nueva Carrara  a 13,5  kms. al Oeste de la ciudad de Pan de Azúcar.

El acceso sin ordenamiento al área encierra peligro para las personas debido a que se ejecutan detonaciones controladas en espacio no pensado para visitas.

De esta manera se abre paso la firma de un comodato entre la Intendencia de Maldonado y CNC para el uso por determinado espacio de tiempo del predio, que además de los «miradores» propiamente dichos incluirá caminería y la posibilidad que emprendedores locales pueden ofrecer sus productos.

El poblado que creció allí lo hizo a influjo de las canteras que en su momento fueron un polo de trabajo.El yacimiento de caliza de Nueva Carrara y su explotación se remonta al año 1847, cuando la Calera de la Aguada se proveía de Cantera Burgueño (Nueva Carrara)  de la materia prima necesaria para sus hornos.  En 1859 fueron talladas en mármoles extraídos de ella, columnas de una pieza destinadas a la fachada del Banco de Londres & Río de la Plata, de Montevideo. En 1900, la Compañía de Materiales de Construcción que adquirió la Cantera Burgueño, se convirtió en uno de los principales proveedores del país de calizas y mármoles con exportación a Argentina, para en 1908 lograr la adjudicación del suministro para la obra del Palacio Legislativo.

Hasta 1925, cuando terminó la construcción del edificio, la cantera brindó  trabajo a más de 1000 operarios.

En 1937 la Compañía de Materiales de Construcción vendió el yacimiento a la Compañía Nacional de Cementos S.A., bajo cuya gestión continuó hasta el presente. 

Liceo Verde

Expusieron sobre «Liceo Verde Pan de Azúcar»

El Municipio de Punta Del Este a través de su Comisión de Medio Ambiente propuso vía Zoom la charla sobre el proyecto «Liceo Verde Pan de Azúcar».

La propuesta apunta a una comunidad sustentable y amigable con el medio ambiente, en base a la clasificación de residuos y la reutilización. Además  promueve la plantación y el cultivo agroecológico.En la exposición de esta tarde, por el proyecto, tomaron parte Pamela Pérez, Eduar Romero y Geraldine Reyes. Los estudiantes del Liceo «Álvaro Figueredo» de Pan de Azúcar (Plan 2012 Turno «Nocturno») fueron uno de los dos representantes de Uruguay en el  Concurso Internacional de Innovación Social «Youth Challenge» impulsado por UNICEF.  Volvieron a destacarse con su proyecto «Juntando Yerba» que alcanzó recientemente este año una mención del Premio Nacional de Ambiente de Uruguay.

paisajes superpuestos

Difícil caminar por las calles de mi pueblo, sin golpearse contra las ausencias marcadas en mi paisaje.

Difícil recorrer el caserío con la memoria, y andar por las veredas, sin caer en los pozos que surgen entre los tiempos.

Además, desde mi infancia hasta hoy, un hojaldre de años intermedios vio crecer, transformar y destruirse sueños, emprendimientos, propuestas… Que cayeron como hojas caducas del otoño.

Entonces, busco en la esquina el Restaurante de Ruben Serrón, paso por la Carnicería del Clota, o si quieres la de Humberto Núñez, Baldo saliendo de su casa en su Toyota Hilux, Leoncio, o por un tiempo el local del BPS, o el supermercado de Alcorta. Doy vuelta a la plaza y paso por el Bar la Cueva, la florería que en una época tuvieron Ana y Leticia, la vieja casa de Vicente Rodríguez, donde conocí a Santiago y a Rosario. El local de remates de Pimienta, antes el comercio de Parodi, la barraca de Cantera Adrados, la tienda Super Markets, en la esquina la Farmacia Olaza, el supermercado de TUVI, Tienda Villalba, El Banco de Seguros, Casa Alberto, en frente el Apagón Silva y el Sólvox Radio, la tienda Tuvi, Ciro Quijano, la mueblería de Montes de Oca y antes de Surroca, por un tiempo agencia de Microtur. La Central telefónica a clavijas, La tienda Bella, el Bar Avenida, la ONDA, el almacén de Eguren, la papelería de Amengual, la farmacia de Menafra y después del Boca Llanes, las fotos de Tito Fernández Chávez,  el minimercado de Molina, la peluquería del “Fígaro Sosa”, la empresa del flaco Villalba Echenique, Becco, El Portugués, La Valenciana, el Banco Pan de Azúcar,  la tienda de Washington Quintela, el Bar El Chelo, la Fábrica de Pastas, la relojería y joyería de Velázquez, el Correo, la Carnicería de Tejera, la Farmacia Juan Carlos, la Carnicería de los Barbachán, el comercio de Hugo Díaz, el Bar de Robertito Blois, Antonio Martínez con sus fotos y la boutique de Aurora, la pandería La Balear,  Freire, Tuvi, la contaduría de Alcorta, el bazar de Baliñas, Joyería Gamma, el consultorio odontológico de Silvina y antes de su madre, el viejo Liceo en calle Ituzaingó, la casa de fotos de Figuera.

Y sigo por Ituzaingó, paso por la gomería Pemar y el salón de Moyano, después Naelmi y Celymar,  Raúl González en la relojería, la Escuela Maternal, el Escribano Romero, la Dra. Norma Sierra, antes la casa de Edard Bonilla, el Nené Hernández, Zacarías, Rosita, el Colegio San José, Demóstenes Pucheta, Trujillo, la casa materna de Domingo, Barbarita, Perdomo, y llegué de nuevo a la casa de Baldo.

También suelo pasar por el viejo telégrafo, la vieja ONDA en Rincón y Olivera, el Nene Barbachán, el comercio de Alonso y después allí la DGI, la zapería de Rocha, la barraca de Varón Cuadrado, la casa de Piegas, el Hotel de Núñez, la repuestería de Razquín, el Parador de Velázquez, la Ford (en la ANCAP),

El Almacén de Seippa, la herrería de Susías, la bicicletería de Melo, las panaderías de Abbadie y de Bonet, la verdulería de “La Escoba” de León en la esquina de Artigas y Rivera, la Carnicería de Suárez, ¡y cuántos más!

Cerca de mi casa el Dr. Accinelli, Falla, Mansilla y Morris y en otro tiempo el BPS, la Barraca de Bonilla, las agencias de ómnibus que habían copado la calle principal de la Ciudad.

En las capas intermedias de la historia, estuvieron Griman, Centro Eléctrico, Cabral y alguno más.

Camino por las veredas de las calles conocidas, del área que más recorrí en mi infancia y en los tiempos sucesivos, las mutaciones son permanentes y las ausencias, lo aseguro, dolorosas.

Y ni te cuento si hablo de personas… De amigos y personajes emblemáticos, de comerciantes que dejaron su propia historia.

Noticia del Municipio de Pan de Azúcar

Autoridades de la IDM y alcalde de Pan de Azúcar acompañaron a Cardoso en su visita a la Zona Oeste de Maldonado
En la oportunidad, recorrieron la Chacra “La Anyta” con su propuesta de producción de aceite, visitas guiadas y alojamiento, además de Nueva Carrara, Pozos Azules y el Parador Las Ánimas que se destaca por la oferta de su restaurante y los paseos guiados que se pueden disfrutar a pie, en bicicleta o mediante cabalgatas.

En ese marco, el alcalde de Pan de Azúcar, Alejandro Echavarría, ofició de anfitrión de este encuentro que contó con la presencia del ministro de Turismo, Germán Cardoso, el director general de Turismo de la Intendencia de Maldonado, Martín Laventure, y la subdirectora de esa Área, Melina Bentancur, entre otros integrantes de los equipos técnicos.

Echaverría resaltó la importancia de que se ponga “foco” esa zona porque “nosotros pretendemos ser parte del turismo e integrarnos a los circuitos”. Todos estos lugares «son dignos de destacar y apoyar para que sean un atractivo del departamento de Maldonado”.

En esa línea, “nosotros apuntamos a ser otro foco turístico fundamentalmente de todo el año y estamos preparando para esta temporada varios proyectos dentro de la zona de Nueva Carrara y la ciudad de Pan de Azúcar».

Por otra parte, Laventure indicó que el Municipio de Pan de Azúcar “está tratando de insertarse en el circuito turístico y complementar lo que nosotros ya teníamos previsto”. Destacó que “cuando va creciendo la producción, también va creciendo la oferta turística como es el caso del olivo, los viñedos, la miel y todo lo que tiene que ver con insumos o productos que ayudan a consolidarnos como destino gastronómico”.

Cardoso subrayó “las bellezas naturales” que tiene el departamento de Maldonado, particularmente Pan de Azúcar con sus “interesantísimas reservas y riquezas que de pronto pasan desapercibidas porque cuando uno imagina el concepto de desarrollo turístico en la Zona Oeste, obviamente primero pensamos en Piriápolis con sus balnearios y su zona de influencia pero también hay un circuito serrano de emprendimientos agro-turísitcos, eco turismo y turismo de campo para disfrutar”.

El ministro hizo hincapié en los olivares y las almaceras, al tiempo que destacó el potencial de Nueva Carrara y el parador ubicado en la Sierra de las Ánimas “que estamos decididamente a estimular porque le agregan valor a la oferta del destino y fundamentalmente generan desarrollo y estabilidad para promover el turismo durante los doce meses del año ya que no dependen estrictamente del producto Sol y Playa”.

Las autoridades destacaron que quedó pendiente visitar otros emprendimientos como Chacra La Pampa, La Casa de la abuela y Los Helados de Angelito que “seguramente serán visitados antes de la próxima temporada”.

Por último, Cardoso indicó que la visita “forma parte de los procesos de reconversión del turismo en los diferentes puntos geográficos del Uruguay”, mientras que la zona del Municipio de Pan de Azúcar «es el fiel reflejo de que hay un cambio en la matriz”.

Predicciones

Se puede tener recuerdos de momentos vividos, de objetos, canciones, charlas. Pero tengo también recuerdos de pensamientos, de mis dudas, de mis preocupaciones.

Uno de los ejemplos sucedió una tarde, sentado en un banco en la Plaza de Armas del Liceo Militar General Artigas, en Montevideo, allá por 1974.

Era un momento de soledad y me puse a pensar cómo sería la vida por el año 2000. Yo tenía 15 años y faltaban 26 años, toda una eternidad desde la perspectiva de un adolescente.

Yo había elegido la carrera militar e ingresé al Liceo General Artigas en 1973, cuando estaba todavía en Avenida Garibaldi con fondos a Boulevard Artigas. A mediados de aquel año se produjo el golpe de estado.

Había transcurrido un año desde la ruptura democrática, y trataba yo de entender las nuevas coordenadas del contexto. No era fácil a los 15 años. Eso me generaba gran incertidumbre. Ya no era lindo salir uniformado a la calle y recibir miradas de odio de algunas personas, o algunos intentos de agresión física, y frecuentemente insultos. ¡Tenía 15 años, y sólo perseguía un sueño forjado en otras circunstancias!

Estaba sentado en aquel banco de la Plaza de Armas, y tratando de imaginar las respuestas a mis preguntas. ¿Cómo me recibirá el año 2000? ¿Cuál será mi profesión, mi trabajo? ¿Cómo estará formada mi familia? ¿Cómo serán los edificios? ¿Serán los autos voladores? Y muchas preguntas más. Imaginaba con la influencia de los “Supersónicos” y mi propia fantasía.

El año dos mil llegó. Todo llega. Llegó y me encontró en un camino distinto, descubierta ya mi vocación docente y de comunicación. Pero ese mundo en el que me vi, no era tan distinto de aquel 1974 como suponía, por lo menos en los aspectos en los que había centrado mis proyecciones: las vestimentas siguen ciclos de moda, los automóviles avanzaron tecnológicamente pero ya la gente no los prefería tan potentes, sino más economizadores de combustible.

Los grandes cambios habían sucedido, o, mejor dicho, estaban en pleno proceso acelerado, pero en rubros en los que yo no había reparado.

Especialmente las comunicaciones, la televisión, los teléfonos, el fax, Internet, y con Internet el correo electrónico, los diarios digitales, los mensajes de texto, los celulares con cámara, y las computadoras… La única referencia de computadora que tenía era la de Batman en la Baticueva.

El siglo 21 es el siglo de las comunicaciones. Las noticias llegan por las redes sociales a todo el mundo y al instante, eventos en vivo pueden verse desde lugares antípodas, y las computadoras son cada vez más pequeñas y más potentes.

En 1977 ingresé a la Facultad de Ingeniería y la computadora era una IBM grande como una habitación, funcionaba a válvulas y trabajaba con un solo programa a la vez, que se cargaba en tarjetas perforadas. Yo aprendí computación en esos parámetros. Hoy mi celular tiene miles de veces más capacidad que aquella computadora, pero hasta el auto tiene computadora y me basta preguntarle por la fecha en que nació Artigas, y me responde correctamente.

¿Quién hubiera imaginado semejante tecnología? ¿Quién podrá imaginar la tecnología que nos espera en pocos años? ¿Qué electrodomésticos inventarán? ¿Qué nuevas formas de comunicarnos? ¿Qué objetos que hoy ni siquiera están pensados, llevaremos en el bolsillo?

Un quinielero con estilo (de esos personajes que quedan pocos en el pueblo)

Heriberto Núñez está sentado en el escaloncito de una puerta, con su computadora de la agencia de quinielas en una mano, y un refuerzo de fiambre en la otra. Cuando me ve, me grita: “¿Vas a comprar la Radio?”

Es la invitación habitual para que me acerque y juegue una tómbola o un “5 de Oro”.

“Si tiene uno que salga, juego, porque no hemos andado muy bien desde hace un tiempo” –le digo- y Heriberto, ya preparando la maquinita de la suerte (no dije buena) me recuerda que si sale el 5 de Oro podré comprar la Radio. Le canto los números, y mientras imprime la tirita y me da el cambio, me cuenta algo de actualidad: “¿viste el tipo aquel, que le robó a Fulano?” “está brava la cosa…”

Yo lo recuerdo a Heriberto Núñez desde cuando vendía diarios, y salía de lo de Falvo (¿O todavía era Amengual?) cargado con muchos kilogramos de papel. Él tenía sus clientes, pero, además, se conocía los números de las chapas matrícula de todos los autos del pueblo. “¿Le vas a jugar al 328? Te decía. Esas eran las últimas tres cifras de la chapa de tu auto, pero ni te acordabas. ¡Qué memoria prodigiosa!

Recuerdo que, si algún día se enojaba contigo, te retiraba el saludo por un tiempo. Conmigo nunca se enojó hasta ese punto, y he tenido la suerte de charlar con él muy seguido. Siempre le prometo que, si sale ganadora mi jugada, lo voy a buscar, compro la Radio, y lo pongo de gerente… Entonces reímos unos segundos y me voy, porque ya le está haciendo una tómbola a otro cliente.

Alberto Vaccaro, 13 de julio de 2021

amor de niños

El niño estaba enamorado de una de sus compañeras de clase. Era un amor puro y ella no debía saberlo. Él la miraba, soñaba con ella, con darle la mano, con compartir el tiempo y el espacio sin otros pensamientos. Luego, en las hojas sueltas de su cuaderno, le escribía poemas. Nada más. Nada para confesar ni declarar, ninguna intención de pasar a un estado diferente de situación. Sólo le escribía cosas que nunca le diría. Ellos eran amigos, conversaban del estudio, y los versos del cuaderno eran casi de un mundo paralelo, de esas sensaciones nuevas que ni siquiera comprendía, de lo que le hacían sentir sus ojos, de cuánto le gustaba su compañía. Palabras que debían estar ocultas, para que el mundo de la clase siguiera su camino, y aquella amistad de niños se mantuviera impoluta.

Era un amor puro y perfectamente soportable, lejos de otras perspectivas.

Pero en un recreo, uno de esos compañeros bromistas, y entrometido, tomó sin permiso la hoja con una poesía, dedicada, y escrita con letra prolija… y se la llevó a la niña.

En el patio, hubo un revuelo de voces y murmullos, un hueco en la multitud en el que ella, con el papel en la mano, lo miraba seria. Él se sintió aturdido, nunca hubiera esperado esa traición, ese momento… y con las mejillas de fuego se acercó a escuchar sus palabras: “somos aún muy chicos, quizás más adelante”.

El protagonista de la historia, que no pudo pronunciar una palabra, que no había hecho ninguna propuesta ni invitación, quedó paralizado en el cerco humano, y con el rubor exagerado que le quemaba, callado, se fue a su salón. Fue como si un sueño de cristal se rompiera en mil pedazos… Para siempre.