(escrito el 10 de mayo de 2019, tras una clase)
Tres tienen auriculares blancos disimulados en el cabello, y fingen atender. Uno tenía auriculares inalámbricos, casi imperceptibles. Varias pantallas iluminaban rostros que disimulaban mal. ¿A qué vienen? – me pregunté -. Se les ve molestos si les exijo que trabajen. A una jovencita le pedí que apoyara la espalda en el respaldo del pupitre, no en la pared: “¿A usted qué le molesta?” me dijo casi ofendida. “A mí no me molesta, le hace mal a tu columna. Siéntate correctamente” le respondí.
Recordé que un adolescente de 15 años me dijo hace pocos días: “la mejor parte de mi vida es cuando estoy en el liceo”. Imaginé situaciones desagradables en su casa y entorno.
¿Trajeron los cuadernos? – dos de veinte.
¿Consiguieron lo que les pedí para hacer el telescopio? – Ninguno.
¿Eso que está escribiendo es de esta clase? Cerró la cuadernola, pero no me respondió.
¿De qué hablamos la clase pasada? No sé, yo no vine, me respondió un joven. Los demás, ni siquiera contestaron.
¿A mí para qué me sirve la Astronomía? Preguntó otro, sopesando si estaba justificado soportarme un rato más, o considerar hacer algo de lo que mando.
Evité deprimirme… no hacía dos minutos que estaba en el aula, y seguía viendo actitudes poco convenientes.
Mantuve la calma. “A ti la astronomía no te va a servir de nada… ni ninguna de las otras asignaturas. El liceo no sirve de nada, es un lugar horrible donde los profesores te exigen cosas que no tienes deseos de hacer… Los realmente felices son unos niños de mi pueblo, a quienes los padres no permiten ir a la escuela. Los mandan a juntar botellas, y otras veces a vender ataditos de leña, mientras ellos esperan en casa el dinero que hace falta para el vino, cigarrillos y quiniela. Ellos son felices porque no soportan maestros ni compañeros, no se lastiman jugando en el recreo, ni irán al liceo, porque para el liceo te piden escuela terminada. ¿Para qué les serviría el liceo? ¿Sólo para prepararse y tener un mejor trabajo? ¿Sólo para ser independientes y elegir su destino? No tendrán que preguntarse para qué les sirve la astronomía. ¡¡¡Ellos sí que son felices!!!” dije, con exceso de ironía.
Entonces estaban todos callados y mirándome con ojos tristes, en algunas pupilas había brillos de humedad, y varios preguntaron: “¿Usted los conoce? ¿No se puede obligar a los padres a mandarlos a la escuela?”
Entonces no dije más al respecto, y con pocos minutos de retraso, comencé mi clase.