del otro lado…

Solía pararme frente al Cerro Pan de Azúcar, desde mi casa, para tratar de ver por entre la mole de granito, el azul del mar.
Del otro lado del paredón de roca, estaban las olas que llegaban cadenciosas a la costa. Y podía ver veleros que dibujaban plumas blancas recorriendo el horizonte, el lomo encorvado de las toninas, o el salto audaz de las lisas, a pocos metros de la orilla.
Podía percibir el aire fresco y salitroso, caminar sobre un cordón de conchas de mejillones y caracoles, marcar arcos para un picadito en la playa, corretear entre sombrillas, y zambullirme en algún huequito entre tantos bañistas.
El mar, el cerro, y yo del otro lado… Pero con suficiente perspectiva para subir por el verde del pasto hasta la piedra gris, y crear el más bonito de todos los paisajes.
Si estaba en la playa alguna tarde, atravesaba el cerro para ver mi casa, los campitos de fútbol, las calles de mi pueblo.
Los muros incluyen esa tentación de ver para el otro lado, de imaginar lo que no llega por los ojos, de pintar colores más bonitos y paisajes más hermosos.
Parado frente al cerro, desde el parque de mi casa, el mar era especialmente azul, los veleros blanquísimos, y el panorama, de ensueño.
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Alberto Vaccaro, 25 de mayo de 2021

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