En mi infancia, el cerro Pan de Azúcar tenía su cruz, pero no antenas. Las vías del trencito de Piria cruzaban la ruta 9 sobre la cabecera NE del puente sobre el arroyo Pan de Azúcar.
La ruta 9 seguía por el Puente La Viviana, por el largo repecho que ahora se usa para ir a Km 110.
El aspecto de la ruta era de asfalto deteriorado, con pozos y los arreglos de Vialidad, que eran baches invertidos, también resultaban muy molestos.
La ONDA trepaba esa ruta, con mucho ruido.
Hasta San Carlos se iba entre peligrosas curvas y eucaliptos muy pegados a la carretera, agravante de cualquier accidente. La ruta actual se construyó en 1976, cuando yo viajaba al liceo de San Carlos para cursar sexto año.
No era mejor el recorrido hasta Rocha, o hasta el Chuy.
Había un camión de Vialidad que tenía una casilla en la caja, para llevar a los obreros. Estos subían con un banquito de esos de ordeñar, de una sola pata, y llevaban sus palas y otras herramientas para la labor.
En mi infancia había muchos autos viejos circulando por las rutas, y mi padre solía salir a hacer “auxilios” con los que se descomponían en viaje.
Pero había vecinos que andaban a caballo, como Santos Marrero, Camejo, Chury, entre otros. En el almacén El Nene solía haber alguno atado tipo Salón del Lejano Oeste. Cabalgaban lento por las calles del pueblo, y los arrieros hacían pasar sus vacas sobre el puente de ruta 9 en el arroyo Pan de Azúcar. El tránsito se detenía solo y aguardaba paciente que todos los animales cruzaran. Iban para la “feria del 4” o para “el abasto” (Matadero municipal).
Mi tío Juan Vaccaro, que tenía canteras de piedra, vivía en la calle Rivera por donde está la peluquería de Núñez.
Luego se mudó a la casa grande cerca del Puente, y la amplió y refaccionó con costosas y artísticas colocaciones de piedra y mármol. Del otro lado de la ruta, donde está el supermercado que fue La Casona, tenía depósito de piedra y galpones, y un caballo llamado “Mosquito”.
En la esquina estaba el bar de Dufour, y en la actual Petrobrás, que era Shell, estaba Antonio Calo.
No existía la avenida Aparicio Saravia, actual tramo urbano de ruta 9. El recorrido mínimo obligado era seguir hasta el Parador de Velázquez, una leve curva a la izquierda, y una cuadra corta hasta Rincón, por donde había que girar a la derecha para salir de nuevo a la ruta.
OSE tenía en funcionamiento el tanque de la Plaza, y el agua salía de pozos con bombas. El teléfono era a manija, y así funcionó hasta 1985. La central automática la inauguró Sanguinetti en su primera presidencia.
El Maestro Chino iba de la escuela al Liceo, y el resto del tiempo estaba en El Fortín.
El Juzgado estaba sobre la calle Enrique Brum, por lo menos hasta después de casarme yo en 1986.
El Hospital era mucho más pequeño. Un hall, puertas de hierro con vidrio, y se llegaba a un pasillo perpendicular a la entrada, que tenía en frente un consultorio tipo emergencia, apenas entrar a la derecha la enfermería, las oficinas en el piso de arriba, y las salas de internación en el ala de la izquierda.
No estaban las mutualistas con sede física. Había medicina prepaga, pero se debía concurrir al consultorio del médico y los medicamentos se levantaban en cualquier farmacia con la receta.
Hubo un quiosco en la esquina del Hospital.
En el Albion trabajaba Rebello. Había muchos baldíos por doquier. Cuando entré al Colegio San José, a Jardinera, y hasta que lo terminé en 1970, las maestras eran las monjas y había que dar examen de ingreso para comenzar el Liceo.
La UTU, donde trabajaba mi madre, era mucho más pequeña. No estaban los talleres de la derecha, y los cursos se distribuían en los salones y talleres de la parte vieja del edificio.
De aquella UTU recuerdo a Llamosa, Yeya, Gladis, el Maestro de Carpintería Albónico, Quilma, el Maestro de Mecánica Díaz, el Prof. Raúl Barbarita, “Holandesa”, Marza, Luisa… (seguramente hay más nombres en algún lugar de la memoria, pero no aparecen ahora)
Frente a la UTU había una canchita de Baby Fútbol sin césped, con mucha tierra gris. Las primeras viviendas que recuerdo son las de INVE. El resto llegaron bastante después.
Las calesitas y los circos eran presencias muy esperadas. Los recuerdo en el baldío frente al Hospital, donde hizo su casa el Dr. Ruiz; o en un terreno cerca de la actual Petrobrás. También donde está el tanque más nuevo de OSE, en Enrique Brum, entre INVE y la UTU.
Los afiladores con su típico silbato, el Heladero de Smak que vendía “sándwiches”, “Bombones” y las copas de colores, cuya tapa se transformaba en pie. Los maniseros por la calle o en la cancha de fútbol, con un vasito de aluminio todo abollado para que se llenara más fácil.
Son muchos los recuerdos que brotan, desordenados y a veces repetidos… No quiero guardarme ninguno.