ESTE RECUERDO ME LO ENVIÓ DESDE ITALIA MI PRIMO ANTONIO (PARA MÍ “ANTOÑITO”)
Cuando vivíamos en Pan de Azúcar, donde pasaba la ruta Interbalnearia, mediada la década de los sesenta, nos divertíamos sentándonos a mirar pasar los coches que iban y venían a y desde Punta del Este.
Muchos de aquellos autos eran de lujo, y el juego consistía en adivinar la marca y el modelo. En aquellos años, los porteños pasaban a toda velocidad con los Ford Falcon, Torino, y los ricachones en los Chevrolet Impala (los famosos “colachatas”)
No había mucho tránsito, a veces pasaba un vehículo cada dos o tres minutos, entonces, el primero que pasaba era de Lily, el segundo de Rodolfo, y el tercero mío… Así vivíamos la ilusión de poseer por un momento uno de esos cochazos, y soñar.
Pero teníamos otro juego: llenábamos una caja de cartón (del tamaño de las de zapatos) con bosta de vaca y de caballo (no escribíamos la fecha de vencimiento) y lo envolvíamos como paquete de regalo con moña y todo.
Entonces lo poníamos al costado de la carretera, atado con una tanza, y permanecíamos escondidos detrás de unos arbustos a la espera de los autos. Era raro que no se detuvieran, aunque venían a más de cien kilómetros por hora. Era de nochecita, y los autos trepaban la loma de la carretera, cuando de pronto veían el tentador envoltorio. Frenaban a cien metros y regresaban con una poderosa marcha atrás, hasta aproximadamente donde habían visto el paquete, y no encontraban nada… entonces arrancaban de nuevo a toda velocidad. No veían que nosotros tirábamos de la tanza y recogíamos el paquete hacia nuestro escondite. ¡Nos matábamos de risa!
Cuando repetíamos el juego varias veces, al final retirábamos la tanza y dejábamos el paquete en su lugar (en la orilla de la carretera).
Un auto venía velozmente, veían la atractiva caja, daban marcha atrás, la iluminaban con los focos, se bajaba el conductor con el motor prendido, miraba para un lado y para el otro, tomaba el “regalo”, lo ponía en la puerta de atrás y se iban acelerando, contentos por la buena suerte que habían tenido. Nosotros nos revolcábamos de risa en el pasto, y comenzábamos a pensar en el próximo paquete.
Antonio Vaccaro, 8/9/2021