Ven, te espero en el cruce de luz entre las ramas del bosque, donde los relojes mienten, y los almanaques no tienen razón.
Te espero, aunque no vengas, aunque vengas y no me encuentres, aunque estemos los dos y no nos demos cuenta.
Te despido en la esquina de la noche, como si hubieras venido, o quizás estabas conmigo en un lugar secreto, o estabas sola… y te quejabas de mi ausencia.
Poco fiable la escueta verdad de los sentidos… Hay mucho más, un laberinto indescifrable, en la verdad desconocida del sentimiento.
Ven, como ayer, como ha seguido pasando, aunque no estuvieran nuestros cuerpos, como lo hemos soñado despiertos, como en verdad sucede, en algún lugar del universo que inventamos.
¿Qué importancia tienen esas coordenadas frías que pretenden encerrarnos? Somos mucho más, podemos trascender donde la ciencia no ha descubierto, donde las palabras son innecesarias y el calor de una mirada se prolonga por siglos.
Ven, que la hojarasca nos es indiferente, el bosque frío, los cristales empañados, y mientras estiramos los minutos de una sola hora, no sé cuándo, no importa dónde… la historia muere y renace tantas veces… como nadie imagina.