estudiante de UTU en Mundial de Pádel

Estudiante de UTU intervendrá de Mundial de Pádel

Franco Mattos alumno de Educación Media Tecnológica-Deporte de la Escuela Técnica de Pan de Azúcar estará en la ciudad de Torreón (Estado de Coahuila – México) para participar entre el 20 y el 26 de septiembre de 2021 de la 13era edición del Mundial de Menores.

Se desarrollará en la modalidad Open por Parejas Nacionales y por Selecciones Nacionales, en categorías masculina y femenina.

En la última edición contó con un total de 18 nacionalidades representadas y la fase final tuvo la participación de 16 equipos.

LICEO VERDE

Con 31 votos el legislativo aprobó que Liceo Verde sea de Interés Departamental

La iniciativa surgida en el Liceo «Álvaro Figueredo» de Pan de Azúcar fue respaldada por todos los ediles de la Junta de Maldonado para contar con la Declaratoria de Interés Departamental. Varios curules saludaron la propuesta y su impacto, no sólo educativo, sino en la entrega de conocimientos y herramientas para la vida.

La sesión del pasado 31 de agosto tenía para tratar la extensión de esta declaratoria al Plan «Liceo Verde» del liceo pandeazuquense, una de cuyas herramientas en «Juntando yerba» que propone la reutilización de la yerba mate hasta transformarla en compost para el desarrollo de una huerta orgánica.

Algunas fundamentaciones de voto de ediles apuntaron a los efectos positivos que se generan no sólo en la conciencia ambiental, sino en la incorporación de saberes que pueden dar salidas ocupacionales a quienes participan del proyecto.

El Plan 2012 apunta a estudiantes que se desvincularon de la formación media.

En algunos casos los alumnos retornan al liceo por medio de la capacitación y luego continúan, o bien suman conocimientos que les permiten generar ingresos.

La experiencia tuvo mención especial del Premio de Ambiente 2021 del gobierno uruguayo.

si mil veces naciera…

Ninguna riqueza podría comprar esos ojos, llenos de empatía.

Ningún poder terreno podría, ninguna fuerza bruta, ninguna tiranía.

Es el manjar que llena el alma, esa evidente alegría, ese choque sutil de puños como saludo de pandemia.

Esa sonrisa franca, más allá de la academia.

Esa confianza que nos conecta, sin abusos.

Conmovido por el cariño espontáneo, por las pupilas nubladas ante mi relato triste, por la atención respetuosa a mi discurso.

Por la despedida personal de todos y de a uno, por una mirada que dice lo que no pueden las palabras.

Si mil veces naciera, mil veces elegiría el aula.

Oración de la pandemia

Te pido por los muertos, por el descanso de su alma, por el consuelo y resignación de los deudos.

Te pido por quienes tienen miedo, por quienes sufren, por los enfermos.

Te pido Señor, por quienes han perdido el incentivo de la vida, por los prisioneros del tedio, por aquellos que gritan donde nadie los escucha.

Por los que se sienten desconectados del Mundo, por los que dejan escapar sus sueños, por los que están agobiados por los “no se puede”.

Te pido, señor, por los deprimidos, por los que están perdiendo las esperanzas, por los que se preguntan si vale la pena.

Te pido un rayo de luz que los ilumine, que les haga ver los caminos que hoy sienten escondidos, el puerto que oculta el horizonte, los amigos, los seres queridos, el entorno de vida…

Te pido, Señor, por los prisioneros de la Tristeza, por los que, en las cadenas del contexto, se van quedando sin fuerzas.

Te pido, Señor, por los que a veces, no alcanzamos a entender tus motivos.

Visita de la Vice Presidente de la República

Vicepresidenta conoció desarrollo productivo de Pan de Azúcar

La Vicepresidenta de la República Beatriz Argimón llego hasta Pan de Azúcar este viernes donde fue guiada por el Alcalde Alejandro Echavarría por varios puntos de la jurisdicción que refieren a lo productivo, los servicios y el turismo.

Una visita a la planta de agua Esencial, que será ampliada en su operativa por nuevo propietario que agregará refrescos a la elaboración; la chacra «La Anyta» con sus productos; el restaurant «Las Ánimas» y los Pozos Azules fueron visitados por la escribana Argimón.

El área del Municipio de Pan de Azúcar es parte de un proceso de activación de sus potencialidades turísticas y de servicios, a lo que se suman gradualmente nuevos emprendimientos empresariales como en el caso de Esencial, que potencian la marca y agregan otros productos ya consolidados.

http://www.maldonado.gub.uy/?n=48043&mi=PandeAzucar 

Parque Industrial de Pan de Azúcar

Producen chapas desde el Parque Industrial

Alutechos es una empresa fundada en 2015 en Pan de Azúcar que ofrece chapas, babetas, perfiles estructurales, aislación y accesorios.

Utiliza materia prima importada de calidad.

La empresa vende chapas de aluzinc provenientes de Asia y América y realiza cortes por petición y encargo en todos los tipos y grosores.
 
El 100% de la materia prima usada es controlada en origen asegurando la mayor calidad.
 
En la actualidad la empresa dispone de más de 20 productos en su planta del Parque Industrial de Pan de Azúcar.
 
Junto con una planta de plástico y otra de filtros, la de chapas es una de las primeras firmas que se instalaron en el denominado Parque Industrial ubicado en los padrones rurales Nos.1222 y 7778, con una superficie de 69 hectáreas, 4.174 metros cuadrados, de la 3ra. Sección Judicial del departamento.
 
Las empresas que se establecen en el Parque Industrial deben ajustarse a las normas jurídicas previstas en la ley, y acreditar viabilidad económica y comercial.
 
La Intendencia de Maldonado otorga un comodato por veinte años, renovable automáticamente por iguales períodos. El comodato cesará y retornará a disposición de la intendencia el predio con todas las mejoras, sin derecho a indemnización alguna, en caso de cese o incumplimiento de índices mínimos de actividad industrial de la empresa beneficiaria.
 
El Parque industrial cuenta con la infraestructura mínima necesaria para un desarrollo eficiente incluyendo camínería, red de energía eléctrica, agua, saneamiento, y otros.
 
Existe acuerdo entre la intendencia y el Ministerio de Industria, Energía y Minería que el Decreto 3538 Bis, que creó el Parque Industrial y es del 21 de noviembre de 1986, requiere de una actualización para potenciar la iniciativa. 
http://www.maldonado.gub.uy/?n=48061&mi=PandeAzucar 

Siempre soñar

Jorgito quería ser arquero, y soñaba con entrar al cuadro de Baby fútbol del barrio. Raúl ya estaba en el club, y soñaba con ser titular.  Pedro, que era titular, soñaba con jugar en formativas del equipo del pueblo. Luis, era suplente de arquero en su categoría, y soñaba con ser titular.

Mario, arquero titular de la categoría, soñaba con ser arquero de la Primera.

Rubén, el arquero titular de Primera división, soñaba por ser convocado a la Selección de la Liga.

Roberto, titular de la selección de la Liga, soñaba con pasar al fútbol profesional.

Heriberto había entrado en un equipo profesional, y soñaba con ser titular en primera división.

Eduardo era el titular en Primera división, y soñaba con jugar en un equipo grande.

Fernando era titular del equipo Campeón, pero soñaba con ir a la selección.

Rodolfo era el arquero titular de la selección y soñaba con un pase internacional.

Carlos era el arquero titular de un importante equipo europeo, y soñaba con un año más de contrato… Con que la carrera no terminara tan pronto… Con que al retirarse su vida encontrara otros incentivos, con adaptarse a ser un “ex”, con acostumbrarse a la nueva vida.

Todos soñaban. A algunos se les iban concretando los anhelos… A otros no. O se cumplieron hasta cierto punto del camino. Tuvieron, entonces, que fijar sus sueños en otro lado, pero nunca vivir sin sueños.

Alberto Vaccaro, julio 8 de 2021

Otras referencias.

En mi infancia, el cerro Pan de Azúcar tenía su cruz, pero no antenas. Las vías del trencito de Piria cruzaban la ruta 9 sobre la cabecera NE del puente sobre el arroyo Pan de Azúcar.

La ruta 9 seguía por el Puente La Viviana, por el largo repecho que ahora se usa para ir a Km 110.

El aspecto de la ruta era de asfalto deteriorado, con pozos y los arreglos de Vialidad, que eran baches invertidos, también resultaban muy molestos.

La ONDA trepaba esa ruta, con mucho ruido.

Hasta San Carlos se iba entre peligrosas curvas y eucaliptos muy pegados a la carretera, agravante de cualquier accidente. La ruta actual se construyó en 1976, cuando yo viajaba al liceo de San Carlos para cursar sexto año.

No era mejor el recorrido hasta Rocha, o hasta el Chuy.

Había un camión de Vialidad que tenía una casilla en la caja, para llevar a los obreros. Estos subían con un banquito de esos de ordeñar, de una sola pata, y llevaban sus palas y otras herramientas para la labor.

En mi infancia había muchos autos viejos circulando por las rutas, y mi padre solía salir a hacer “auxilios” con los que se descomponían en viaje.

Pero había vecinos que andaban a caballo, como Santos Marrero, Camejo, Chury, entre otros. En el almacén El Nene solía haber alguno atado tipo Salón del Lejano Oeste. Cabalgaban lento por las calles del pueblo, y los arrieros hacían pasar sus vacas sobre el puente de ruta 9 en el arroyo Pan de Azúcar. El tránsito se detenía solo y aguardaba paciente que todos los animales cruzaran. Iban para la “feria del 4” o para “el abasto” (Matadero municipal).

Mi tío Juan Vaccaro, que tenía canteras de piedra, vivía en la calle Rivera por donde está la peluquería de Núñez.

Luego se mudó a la casa grande cerca del Puente, y la amplió y refaccionó con costosas y artísticas colocaciones de piedra y mármol. Del otro lado de la ruta, donde está el supermercado que fue La Casona, tenía depósito de piedra y galpones, y un caballo llamado “Mosquito”.

En la esquina estaba el bar de Dufour, y en la actual Petrobrás, que era Shell, estaba Antonio Calo.

No existía la avenida Aparicio Saravia, actual tramo urbano de ruta 9. El recorrido mínimo obligado era seguir hasta el Parador de Velázquez, una leve curva a la izquierda, y una cuadra corta hasta Rincón, por donde había que girar a la derecha para salir de nuevo a la ruta.

OSE tenía en funcionamiento el tanque de la Plaza, y el agua salía de pozos con bombas. El teléfono era a manija, y así funcionó hasta 1985. La central automática la inauguró Sanguinetti en su primera presidencia.

El Maestro Chino iba de la escuela al Liceo, y el resto del tiempo estaba en El Fortín.

El Juzgado estaba sobre la calle Enrique Brum, por lo menos hasta después de casarme yo en 1986.

El Hospital era mucho más pequeño. Un hall, puertas de hierro con vidrio, y se llegaba a un pasillo perpendicular a la entrada, que tenía en frente un consultorio tipo emergencia, apenas entrar a la derecha la enfermería, las oficinas en el piso de arriba, y las salas de internación en el ala de la izquierda.

No estaban las mutualistas con sede física. Había medicina prepaga, pero se debía concurrir al consultorio del médico y los medicamentos se levantaban en cualquier farmacia con la receta.

Hubo un quiosco en la esquina del Hospital.

En el Albion trabajaba Rebello. Había muchos baldíos por doquier. Cuando entré al Colegio San José, a Jardinera, y hasta que lo terminé en 1970, las maestras eran las monjas y había que dar examen de ingreso para comenzar el Liceo.

La UTU, donde trabajaba mi madre, era mucho más pequeña. No estaban los talleres de la derecha, y los cursos se distribuían en los salones y talleres de la parte vieja del edificio.

De aquella UTU recuerdo a Llamosa, Yeya, Gladis, el Maestro de Carpintería Albónico, Quilma, el Maestro de Mecánica Díaz, el Prof. Raúl Barbarita, “Holandesa”, Marza, Luisa… (seguramente hay más nombres en algún lugar de la memoria, pero no aparecen ahora)

Frente a la UTU había una canchita de Baby Fútbol sin césped, con mucha tierra gris. Las primeras viviendas que recuerdo son las de INVE. El resto llegaron bastante después.

Las calesitas y los circos eran presencias muy esperadas. Los recuerdo en el baldío frente al Hospital, donde hizo su casa el Dr. Ruiz; o en un terreno cerca de la actual Petrobrás. También donde está el tanque más nuevo de OSE, en Enrique Brum, entre INVE y la UTU.

Los afiladores con su típico silbato, el Heladero de Smak que vendía “sándwiches”, “Bombones” y las copas de colores, cuya tapa se transformaba en pie. Los maniseros por la calle o en la cancha de fútbol, con un vasito de aluminio todo abollado para que se llenara más fácil.

Son muchos los recuerdos que brotan, desordenados y a veces repetidos… No quiero guardarme ninguno.

Algunas referencias

Cuando era niño, mis padres decidieron darnos, a mi hermana y a mí, formación musical. No recuerdo si participamos de la elección, pero cuando quise acordar estaba estudiando acordeón a piano y Daniela, piano. Fue por los años 60, muy pequeños, con Mabel Batista, la esposa de Emilio Falvo, madre de Mariela y de Daniel. Había acondicionado para las clases parte de su casa y un garaje.

Mabel era muy amiga de mi madre, relación que venía desde niñas. MI madre había estudiado violín.

Daniela tiene muy buen oído, y se destacó como pianista. Yo tocaba música matemáticamente, conocía el lenguaje de los pentagramas y la duración de cada nota, por lo que partitura mediante, podía ejecutar una melodía. Yo logré destacarme en clases de solfeo y teoría de la música. Leía notas igual que letras en un libro, y en los exámenes me iba muy bien. Mabel me ponía a ayudar y tomar lecciones a mis compañeros.

En el acordeón, aprobaba los exámenes. Mis padres trajeron de Italia una “Paolo Soprani” roja, con la que me recibí de profesor de acordeón a piano, creo que en primero de Liceo. Ya el año anterior me había recibido de profesor de solfeo.

En casa practicaba con el acordeón, y mi madre me tomaba el solfeo antes de ir a clase. Además, me guiaba para escribir con letra prolija la carpeta de Teoría de la Música, un libro enorme de tapa roja. En principio iba en ómnibus hasta la casa de Mabel, la que actualmente ocupa el CAIF, en el Barrio Estación a metros de Manuel Oribe. Después comencé a ir a pie, cambiando de mano el pesado instrumento cada una o dos cuadras. ¡Era lejos! Muchas veces caminábamos con Lucía Beltrán, vecina del barrio, que también estudiaba con Mabel.

Tengo varios recuerdos de aquellas tardes de música. Mabel me ponía solo en una habitación con dos o tres partituras, para ensayar. Ella, en otra habitación bastante lejos, parecía ajena a todo hasta que un dedo se me cruzara y tocara una tecla o botón equivocado. ¡¡¡NOOOOOOO!!! Se escuchaba, como si mi error le hubiera lastimado los tímpanos.

A mí me daba el oído para darme cuenta si una nota estaba equivocada, o si un piano estaba desafinado. Lo que fue siempre imposible, es escuchar una melodía y poder traducirla a notas para interpretarla. Lo mío era leyendo la partitura, o a lo sumo de memoria… Pero recordaba las notas una por una. En fin… Como tenía la solvencia necesaria en la lectura para oprimir las teclas adecuadas y en el momento justo, me dieron el diploma con buena nota. Está claro que, con tan escasos atributos, nunca se me ocurrió ejercer esa docencia.

Pero la época de Mabel fue memorable, desde las caminatas hasta las tardes compartidas con un montón de amigos.

Una vez estaba jugando Peñarol. No había razón para que yo no lo escuchara en la radio, salvo una obligación como estudiar. Siempre fui respetuoso de las reglas y de los profesores, entonces fui a clase de acordeón y sufrí por no seguir el partido, pero me aguanté. En determinado momento pasó por allí Emilio y no resistí preguntarle cómo iba el partido: “¿usted a que viene, a estudiar o a interesarse por el fútbol?” –me dijo, serio-  y se fue sin responderme. ¡Quedé indignado! Pero con los años lo conocí bien por su amistad con mi padre, y era una gran persona. Creo que aquella vez, lo hizo como una de sus bromas. Emilio Falvo había trabajado en AFE, iba y venía en una bicicleta de aquellas con frenos de varillas. Luego compró la papelería de Amengual con su hermano José, y en esa otra actividad, lo traté mucho más frecuentemente.

personajes de mi infancia, segunda parte

El taller mecánico de mi padre tenía un movimiento continuo de personas. Muchos eran verdaderos personajes que me quedaron marcados muy fuerte.  Entre ellos había clientes y amigos que simplemente iban de visita, aunque los grupos de amigos y clientes solían entremezclarse.

Claro que en el lugar donde estaba, en un cruce de rutas, solía haber clientes eventuales, de paso, que simplemente tuvieron un desperfecto en carretera.

De niño yo trabajaba en el taller en verano, lavaba piezas y herramientas, barría, recolectaba herramientas y las ponía en su lugar, porque, repetía mi padre con insistencia: “cada cosa tiene su lugar y cada lugar tiene su cosa”. (un día me contó que en verdad esa frase se la decía a él su padre, o sea, mi abuelo paterno).

Yo conocía el lugar de cada herramienta, y los clavos vacíos de los tableros azules de madera denunciaban la falta de cualquiera de ellas.

En ese andar muchas horas por el taller, me familiaricé con muchos clientes. Yo era bastante sociable y me encantaba escuchar cuando hablaban de los automóviles y sus fallas.

En aquella época la gente tenía autos por muchos años, a veces el mismo casi toda su vida.

El Maestro Ricardo Leonel Figueredo llevaba su Renault 4CV, y años después, un Fiat 600.

Grandi llevaba una camioneta grande, rural, marca Rambler. La “Tota” Tuvi, una Fiat 500 viajera (celeste) y una Toyota 700.

Grille concurría con también una Fiat 500 viajera, pero blanca.

Heber Quirque tenía una Toyota 700. El Maestro Germán Baldo una Toyota Hillux de los 70.

Osvaldo Tuvi Ford Taunus de la década de los 60, en rojo y beige.

Tola Clavero una Panhard blanca, cuyo engranaje de distribución de “micarta”, un material con apariencia de madera, se reemplazaba frecuentemente. Con los engranajes rotos, mi padre hacía, en el torno, los martillos para los presidentes de Rotary, engarzados con monedas.

Manuel García llevaba a reparar un auto Studebaker verde.

Vicente Mansilla era un cliente muy frecuente, ya que llevaba los autos y camionetas FIAT que tenía para vender en su automotora. Era muy detallista para ruidos de carrocería, y todos los 0km que vendía, venían al taller para el servicio de entrega y garantía.

Piringo Bonilla, que era más que nada amigo, venía con un Simca de los 50 y después una camioneta Peugeot 203.

“Filingo” Villalba, José Falvo, Álvaro Bravo (Ford V8), Don Carlos Villalba con un Peugeot 403,

Luis Megliante tenía un Fiat 500 topolinio, el Padre Isabelino Pérez un Fiat 600, Nélida Píriz un Toyota 700 y después un flamante Fiat 600.

Cristy Gava aparecía con su Renault Dauphine

Prof. Nelson Rebello reparaba su camioneta Bedford 1951

Antonio Uranga acudía al taller primero con un Renault 4CV y después con un Austin A70.

Los apodos eran crueles, yo no los decía, pero de muchos integrantes de aquel escenario del taller nunca supe el nombre: el “Longa”, el “Macho Rengo”, “el Mentirilla”. Cada poco andaban por allí. Eran amigos, interactuaban de alguna manera con el taller, a veces eran clientes, pero los veía seguido.

Bártola, que iba con camiones, pero al final tenía una VW Brasilia.

Carmelo, el taximetrista, y amigo, pasaba con sus viajes hacia km 110 y veía fuego a las puertas del taller. Era un asado, de los que se hacían cada vez que se terminaba el ajuste de un motor. Carmelo nunca faltaba, así que, a vuelta, se le veía parar en la explanada.

Don Juan Dolhagaray era un gran amigo, cartero en Piriápolis y constructor. Hizo una gran reforma en casa de mis padres, y lo visitábamos años después en su chacra. Teníamos gran aprecio por toda su familia. Lo recuerdo en un Austin A40.

Ricardito Sánchez tenía una camioneta Indio, y mientras mi padre se la revisaba, jugaba conmigo un rato al fútbol. Un día me trajo de regalo un equipo completo de arquero.

Un camión de Anselmi llegaba cada tanto, y tras la reparación, dejaba una lata de aquellas con ventanita redonda de vidrio, con galletitas Solar.

Rivera y los Goday, de la empresa “Rector” de Minas, venían con su camión a levantar o entregar trabajos de la rectificadora.

Don Bruno Aleksandrowicz tuvo un camión Citroen y después una camioneta Commer. No siempre venía por reparaciones, sino por largas charlas con mi padre. Era polaco, y tenía una experiencia muy fuerte de la segunda guerra mundial. La gente creía que su apellido era Toledo, porque su almacén era de esa cadena

Omar Almeida tenía un Chevrolet Bel Air 1951. Una vez se le quemó y compró otro igual.

Eduardo Lema tuvo un VW escarabajo, pero lo recuerdo en el taller con un Ford Corcel. Era también de los amigos que venían a conversar un rato casi todas las mañanas.

Bebe Fontes tenía una Ford V8, y era amigo “de fierro” para los asados.

Omar Sentena llegó un día desde Minas, puso su panadería en el viejo local de Bonet, y llevó una camioneta para que mi padre se la adaptara a querosén. Le hizo un complejo sistema de serpentinas para calentar el querosén con el múltiple de escape, arrancaba a nafta y cuando calentaba, la pasaba a querosén con una llave bajo el tablero.

Néstor Ferrés era amigo de mi padre desde mucho antes de nacer yo. Lleno de anécdotas, era un placer escucharlo. Íbamos a su casa y ellos venían a la nuestra. En sus cuentos, Ferrés tenía esa virtud de reírse de sí mismo, contaba de sus “metidas de pata”, y era muy divertido. Seguí viéndolo hasta hace muy poco tiempo en el comercio con sus hijos. Lamenté mucho su reciente fallecimiento.

Volviendo al taller, con sus asados, intenso trabajo, pero tiempo para bromas de las que había que cuidarse, fue un teatro maravilloso para mis recuerdos.

Sin duda quedan nombres y cosas para contar…