Casi en el olvido

Ha pasado mucho tiempo desde aquellos años de escuela… y decidí escribirte, aunque no me acuerde bien ni cómo te llamas… O si me acuerdo, no diré tu nombre.

Ha pasado mucho tiempo desde aquella vez que entre juegos te tomé de la mano, y nos sentamos callados a mirarnos.

Tú esperabas que yo dijera algo, una palabra clave, un mensaje directo, un “te quiero…” Pero no lo dije.

Y entonces, con cara de desilusión, cuando terminó el recreo, sonó el timbre y te fuiste casi llorando, porque creíste que no me importabas… Porque sentiste que aquella ilusión se derrumbaba. Porque no entendiste por qué yo estaba contigo, te miraba, acompañaba tus juegos, te defendía, te ayudaba, pero no te hablaba de sentimientos.

No supe explicarte. No supe decirte lo linda que estabas, cuánto me gustaba estar contigo, cuánto bien quería para ti.

No supe explicarte que éramos niños… Que la vida recién comenzaba, que había por delante muchos caminos y quizás no fueran los mismos los tuyos que los míos.

No supe decirte que no era tiempo de amores formales, ni de promesas que quién sabe, si más tarde podría cumplir.

Yo quería disfrutar tu compañía, quererte como te estaba queriendo, pero sin lastimarte, sin fabricarte ilusiones, sin fabricarme ilusiones, en una edad tan temprana.

Si alguna vez, más grandes, te encontrara, y seguíamos viéndonos de la misma manera, quizás podríamos comenzar, con otra perspectiva.

Ha pasado mucho tiempo y siento que quedé debiendo algún beso, que reprimí; algunas palabras que no me salieron, esta explicación que hoy te escribo por si la lees.

Ya no sé quién eres, ni tú sabes quién soy. Hubo un patio de recreos, un tiempo hermoso de la infancia, una mutua simpatía entre niños… y una ausencia compartida muchos años, casi hasta el olvido. Casi…

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Alberto Vaccaro, 25 de junio de 2021

Cañones en el alma

Los cañones están en mi alma, y disparan recuerdos. Los días tienen cientos de enlaces, que apenas suceden, lanzan alguno de los ansiosos morteros. Entonces una película del pasado reaparece en mi vida, me lleva a vivir aquellos momentos preciados, o no tanto, pero que marcaron cicatrices en lo más profundo de mi ser.

La mecha está siempre lista, y la bala salta con prontitud hacia el espacio de mis sueños, hacia el cruce de tiempos, hacia un cielo que tiene en cada estrella una ilusión.

Los cañones están en mi alma y disparan recuerdos. Una cara conocida me lleva a un estante de la memoria, a un episodio del pasado. Un campito de fútbol, un cartel comercial, una vieja revista. La lista es infinita. Tengo el alma poblada de links que accionan eventos aparentemente dormidos, pero que regresan coloridos por los años y por mis sentimientos, se adueñan de la pantalla por un instante, siento que viajo por un mar de remembranzas placenteras, y algunas dolorosas.

Un auto, una casa, una foto. El local de un viejo comercio, un rincón de la plaza, un pasadizo del parque. A veces una increíble combinación de ideas, una palabra, un libro, la escena de una película. Y tengo ganas de cruzar las barreras del tiempo, para regresar a aquella etapa que ha regresado con fuerza. Pero no sería por siempre, porque atesoro a todas mis nostalgias. Desde esta oficina del alma accedo a cada una, a su tiempo.

…Si, en definitiva, lo más gratificante de la vida es la siembra de recuerdos, inscripciones en los árboles del camino, huellas por doquier, tatuajes en el alma.

Alberto Vaccaro, 24 de junio de 2021

Un poema sin palabras

 

 

Viene cantando el viento desde el horizonte, su queja triste, su lamento de flauta monocorde, y atraviesa llorando los cables y las ramas, sacude las ventanas, lastima el alma su gemido.

La lluvia le hace coro de notas grises.

¿De dónde viene su mensaje?

Es una voz que arrastra en el aire frío un poema sin palabras, de allá del río, de allá del bosque… Una emoción sin rimas, un sentimiento incomprendido.

Un alarido que cruza la dimensión del tiempo, acuna a la noche, despierta al sueño, y me adormece.

 

Alberto Vaccaro, 23 de junio de 2021

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Posted: Fri, 30 Sep 2022 07:00:00 GMT [source]

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Amigos de ayer

Tuve compañeros de clase, tan amigos, que me ponía contento verlos, conversar con ellos, armar un picadito de fútbol.

¿Qué nos pasó, que el tiempo nos puso lejos?

Con varios de ellos podíamos anticiparnos a la reacción del otro, mirarnos al mismo tiempo cuando se daba lo que pensábamos, pero no hacía falta decirnos.

Sin embargo, un huracán de relojes y almanaques nos dispersó sobre el planeta, nos impuso otras relaciones, nos dio trabajos o estudios diferentes y nuestras vidas tomaron rumbos que no sabemos.

Tanto tiempo pasó por el cauce del arroyo, que ya no somos sino apenas conocidos con un breve pasado común.

Quizás si nos encontráramos, podríamos evocar aquellos pocos años compartidos, pero no sabemos nada de nosotros, de cómo somos, de lo que hacemos, de nuestras familias, de nuestros problemas.

Conocemos el curso alto del río, pero no su cauce entero.

Las circunstancias son cambiantes y tuve amigos en épocas distintas… En la escuela, en los tres liceos donde fui estudiante, en cursos superiores… Compañeros de trabajo, vecinos, camaradas del fútbol.

Pero basta un giro del viento y las direcciones se tornan diferentes. Aquellos amigos de charlas profundas son apenas un episodio que rememoro con cierta simpatía.

Con todos tuvimos alguna comunión de intereses, de gustos, de temas de conversación, de preocupaciones o dificultades, o hasta de diversión… Pero el viento del mar que navegamos, nos llevó a puertos lejanos en rutas divergentes.

…Y el pasado es sólo zona de recuerdos.

Alberto Vaccaro, 21 de junio de 2021

Buscando una estrella

Llovizna sobre mi ciudad, con cielo gris iluminado. Algún barco arriba al puerto, no sé por dónde… Un avión toca tierra tras un largo viaje. La llovizna es fría, la calle quiere ser espejo de sus propias luces. Los focos se juntan allá lejos, como un túnel… Las motos no salieron, no cuajaron las fiestas sabatinas. Charcos de colores y veredas vacías, y apenas se escuchan las gotas en la ventana.
Sé que estás despierta, buscando una estrella tras las nubes. Y corren por el carrusel de tu memoria, una playa y una fuente, un cine, los vidrios empañados de un auto en una ruta solitaria.
La llovizna fría, las noches vividas, y las que no lo fueron. El mar de años que quedó entre hoy y los recuerdos. Los besos que no se repitieron, y quedaron en la otra orilla.
Y la calle mojada por la brizna, los astros escondidos, el paisaje difuso y las gotas agolpadas en el vidrio, la sensación de tocar tus manos, como si en otra dimensión del tiempo, tuvieran otra suerte los laberintos.
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Alberto Vaccaro, 19 de junio de 2021

¿Dónde estás?

¿Dónde estás? Te seguiré buscando, aunque no te encuentre, aunque no sepa bien si eres un sueño o una cita sin fecha ni lugar.

¿Dónde estás? Yo miro atentamente a la vera del camino, al horizonte, en los recodos. Miro sombras en el bosque y detrás de los arbustos, y no te perciben mis sentidos, pero mi alma te siente cerca.

He aprendido a ser paciente, y sigo caminando por aquí y por allá, por los viejos senderos de mi infancia, por los que todavía no conozco, por estos de todos los días… No estás en las vidrieras, ni en los bancos de la plaza, ni en el parque. No estás aquí conmigo, pero tal vez estás. Y recorro la playa de punta a punta, subo a los médanos, me siento en las rocas a descansar… Voy recitando un poema conocido y me parece escucharte a coro, con la voz del viento, con la voz del mar.

¿Dónde estás? Ni en el muelle ni en las pocas sombrillas, ni en el camino insinuado entre pastos duros y ralos… Ni en el arroyito, ni juntando caracoles en las huellas de mejillones molidos, ni buscando objetos curiosos en la resaca que se amontona en una franja de la arena.

Pero buscarte es mi bandera, y no desespero.

A veces me detengo, y siento que vendrás. Salgo a ver las estrellas y te busco en la profundidad oscura, en los secretos de la noche donde tal vez estás, pero te ocultas.

Y cuando la luz del alba asoma tenue por oriente, te busco en la claridad que nace por el cielo, en los colores que despiertan por todos lados, en el reloj, en la tibieza que ingresa por las ventanas, en el café recién servido.

…Y sigo sin saber si eres un sueño, o una cita sin fecha ni lugar.

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Alberto Vaccaro, 18 de junio de 2021.

Los Albertos que fui, los Albertos que soy.

Los Albertos que fui y los Albertos que soy.

Los cambios y mezclas que se van sumando en mi vida, las fuerzas que he ganado… y las que perdí.

¡Qué bueno sería tenerlas todas, sólo agregar, como las filas de ladrillos de la pared! …Con cimientos bien afirmados, y vigas solventes.

Quiero la fantasía y la mente clara de mi infancia, el estado físico y los sueños de mi adolescencia, el empuje de mi juventud, la filosofía que fui forjando en mi edad adulta.

Quiero tener los juegos libres y disfrutables de la niñez, el tiempo para estudiar de mi etapa liceal, los amigos de la juventud, la voluntad de trabajo que felizmente nunca he perdido.

Quiero ser aquel que practicaba fútbol, tenis, salía a pasar la tarde a caballo, iba a la playa con las paletas de madera, o charlaba con mi abuelo en aquellos banquitos de tronco a las puertas del garaje.

Quiero manejar el camión con la atenta vigilancia de mi padre, practicar una poesía con mi madre, para recitarla en la plaza del pueblo… Jugar una tarde con mi primo, o salir a buscar compañeros para un partido de fútbol de campito.

Quiero volver a sentir la satisfacción de mis exámenes aprobados, de ganar una carrera de cien metros, de convertir un gol no importa dónde, de recibir una sonrisa por respuesta al piropo a una linda mujer.

…Caminar por Rocamar con mi hermana, merendar traviatas con café del bolso de mi madre, y si la pesca se pone activa, tomar en mis manos una de las cañas que mi padre clavó en la arena de la playa.

Quiero sentir de nuevo el afecto de mis alumnos, la satisfacción de una clase bien dada, el alma henchida por una acción solidaria que valió la pena…

…Los cariños puros y limpios de la escuela, una buena intervención en clase.

Quiero llevar de nuevo a mi abuela a la peluquería, razonar la falla de un motor en el taller, gastar las calles del barrio en bicicleta.

…Dejar mis errores, que los borre el tiempo.

…Dejar mis fracasos, que a lo sumo sirvan de enseñanza.

…Dejar mis arrepentimientos, que se adormezcan en el pasado.

…Algunos episodios quisiera olvidarlos. Deseo pensar que fui siempre tolerante, que medité por lo menos algunos minutos, antes de actuar por impulso, mostrarme reflexivo, valiente, pero no inútilmente arriesgado, y mucho menos, cruel.

Quiero correr al lado de la bicicleta de mi hermana, haciéndole creer que la sostengo, para que se tome confianza.

…Ir a ver a mis sobrinos recién nacidos.

…Compartir un café con mis padres un domingo de mañana.

Quiero tener el equilibrio que me dieron los años, la perspectiva de la realidad que fui adquiriendo, la sensatez que me hace sentir seguro.

… Y seguir soñando los mismos sueños madurados y románticos de un mundo mejor, con las banderas de siempre, y la espera de un nuevo día, con la ilusión y el entusiasmo de un niño.

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Alberto Vaccaro, 15 de junio de 2021

Una ciudad cualquiera…

Era una ciudad casi vacía, las calles solitarias, las veredas largas sin peatones, y el reflejo del sol en los charquitos que quedaron desde la lluvia, en los baches del pavimento.

El aire fresco corría sobre la plaza, chanfleado, y la bandera flameaba desflecada, en el mástil del héroe.

Los bancos sin parejas en amores incipientes, y sólo un gato gris sobre un muro de bloques sin revocar, mirando aburrido la tarde soleada y fresca… Casi desierta.

La trama urbana se adormecía sin vehículos cruzando las esquinas, sin saludos de vecinos, sin charlas en el bar… que ya no es un bar.

Una vieja estación de servicios, a la que quitaron los surtidores de combustible.

 Un garaje mal cerrado muestra un automóvil con la puerta abierta, se ve pasar una persona por el fondo de una casa. Una portera sin tranca. No es un pueblo fantasma, sino un teatro inactivo…

Es domingo. La efervescencia laboral se reduce al mínimo y ni siquiera en la comisaría se aprecia movimiento. La plaza desolada, la cancha olvidada con pasto alto, las vías del tren esconden su óxido en la maleza, los almacenes y tiendas están cerrados.

Sólo yo con mis pasajeros en el auto, disfrutando la luz de la tarde con microambiente templado y en la radio un partido de fútbol, en segundo plano.

Un perro flaco por la orilla de la avenida, una vidriera oculta tras la cortina, las viviendas con la persiana baja y ni siquiera el humo de alguna chimenea, como para decir que hay vida tras esa pared.

Ni siquiera palomas en la plaza, ni camiones cargando gasoil en la estación de servicios nueva, aún sin final de obra, pero con expendio habilitado.

Un club con los vidrios rotos, y destino de tapera. La iglesia cerrada con paredes de vidrios gruesos. Una vereda en sombras, la otra soleada, mientras las horas avanzan a medio camino entre el mediodía y el ocaso.

El horizonte parecía muy lejano, sin bocinas, sin motores ruidosos… Una moto a contramano dobla lento en la otra calle. Doy una vuelta a la plaza decadente, con el quiosco rojo cerrado, dos o tres jóvenes charlan en los claroscuros de los árboles desnudos, indiferentes, los coloridos juegos del parquecito sin ni un solo niño… y una sombra triste y fría que recorre la calzada y el caserío sin muchas ganas, con un silencio abrumador, y un pasado que llora, lejos en el tiempo.

Alberto Vaccaro, 13 de junio de 2021

¡Corre…!

Corre, te dije, que el tiempo se termina. Corre que después del arcoíris, la lluvia para; después de la tarde irrumpe la noche.

Sube a los árboles, navega el océano, atraviesa la selva… Nada en el río caudaloso, salta desde la cascada, enfrenta las olas furiosas desde la orilla.

Te dije que corrieras, cuando apenas había amanecido.

Dudaste sobre tu día, pero lograste afirmarte en el camino… y las horas transcurrieron con tanta prisa que apenas lo disfrutaste, pasaste el mediodía inmerso en tus banderas, y no dejaste de correr, trepar montañas, lanzarte en paracaídas, acudir en auxilio de alguien cercano, o de un vecino. Gritaste tus verdades… Y lloraste muchas veces por impotencia, por desatinos, por injusticias…

Pero no dejaste nunca de correr, trataste de ver colores en el paisaje gris, de escuchar música entre los peores ruidos, de hacer el bien hasta en aquellos que te golpearon.

Viste eclipses, reyes, cometas, cordilleras, ventanillas de avión… Lograste amar tu sendero y a quienes el sendero transportaba… Pusiste pasión en tus acciones y gozaste con aquellas que salieron bien.

Pero es verdad que la puesta de Sol es implacable… Vendrá la noche.

Con la fuerza que te queda, aprende y enseña, da buenos ejemplos, deja huellas que sirvan a nuevos caminantes, pinta flores irisadas si no las encuentras, canta si hay silencio, y si sientes algún vacío en el alma, escribe un poema.