Ha pasado mucho tiempo desde aquellos años de escuela… y decidí escribirte, aunque no me acuerde bien ni cómo te llamas… O si me acuerdo, no diré tu nombre.
Ha pasado mucho tiempo desde aquella vez que entre juegos te tomé de la mano, y nos sentamos callados a mirarnos.
Tú esperabas que yo dijera algo, una palabra clave, un mensaje directo, un “te quiero…” Pero no lo dije.
Y entonces, con cara de desilusión, cuando terminó el recreo, sonó el timbre y te fuiste casi llorando, porque creíste que no me importabas… Porque sentiste que aquella ilusión se derrumbaba. Porque no entendiste por qué yo estaba contigo, te miraba, acompañaba tus juegos, te defendía, te ayudaba, pero no te hablaba de sentimientos.
No supe explicarte. No supe decirte lo linda que estabas, cuánto me gustaba estar contigo, cuánto bien quería para ti.
No supe explicarte que éramos niños… Que la vida recién comenzaba, que había por delante muchos caminos y quizás no fueran los mismos los tuyos que los míos.
No supe decirte que no era tiempo de amores formales, ni de promesas que quién sabe, si más tarde podría cumplir.
Yo quería disfrutar tu compañía, quererte como te estaba queriendo, pero sin lastimarte, sin fabricarte ilusiones, sin fabricarme ilusiones, en una edad tan temprana.
Si alguna vez, más grandes, te encontrara, y seguíamos viéndonos de la misma manera, quizás podríamos comenzar, con otra perspectiva.
Ha pasado mucho tiempo y siento que quedé debiendo algún beso, que reprimí; algunas palabras que no me salieron, esta explicación que hoy te escribo por si la lees.
Ya no sé quién eres, ni tú sabes quién soy. Hubo un patio de recreos, un tiempo hermoso de la infancia, una mutua simpatía entre niños… y una ausencia compartida muchos años, casi hasta el olvido. Casi…
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Alberto Vaccaro, 25 de junio de 2021